Reuters. El presidente Daniel Ortega logró el domingo un aplastante triunfo en Nicaragua para gobernar por otro periodo, en el que deberá lidiar con la crisis de su benefactor Venezuela y con una nuevo gobierno en Washington que podría complicar las relaciones con su viejo enemigo de la guerra fría.
La relativa prosperidad del país centroamericano, que logró un crecimiento económico sostenido y una sensible caída de la pobreza, ahogó las acusaciones de que Ortega pretende instaurar una “dictadura familiar” que amaña las elecciones, controla a los medios y manipula a la justicia.
El ex guerrillero marxista y su esposa y compañera de fórmula, Rosario Murillo, arrasaron con un 72.1 por ciento de los votos para un tercer mandato consecutivo hasta el 2021. Además, el resultado les permitirá revalidar su amplia mayoría entre los 92 diputados de la Asamblea Nacional.
“La tendencia está marcada creo que este será el comportamiento del 100 por ciento de las juntas receptoras de votos”, dijo el jefe del consejo electoral, quien ofreció datos con un 66.3 por ciento de las juntas de voto escrutadas, mientras que los resultados definitivos se publicarán este lunes.
Centenares de militantes sandinistas celebraban en la capital, ondeando banderas, cantando y lanzando cohetes.
“Gracias a la revolución yo tengo la fe que voy a seguir adelante siempre”, dijo eufórica Ana Luisa Baez, de 55 años y que regenta un abasto para sostener a cuatro hijos.
Mientras, en un distante segundo puesto, Maximino Rodríguez, un ex rebelde de la Contra que combatió al sandinismo en la década de 1980, logró un 14,2 por ciento de los votos con el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) de centro derecha.
La participación estuvo en torno al 65.8 por ciento, pese a que un sector de la oposición había llamado a boicotear las elecciones como una forma de protesta contra “la farsa electoral” después de que una decisión judicial dejó fuera de la carrera al principal contendor de Ortega.
Con sus enemigos divididos y una sólida alianza con los grandes empresarios, los principales retos para el mandatario vendrán del exterior.
Las elecciones del martes en Estados Unidos, el principal socio comercial de Nicaragua, podrían alterar la relación relativamente cordial que mantuvo con Barack Obama.
Tanto la candidata demócrata Hillary Clinton como su rival republicano, Donald Trump, han mostrado visiones comerciales proteccionistas, mientras que la alianza de Ortega con países como Rusia, Irán y Cuba pueden suponer un desafío diplomático.
Además, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó en septiembre la iniciativa conocida como “Nica Act”, que busca condicionar la asistencia financiera a Nicaragua a mejoras en su sistema democrático, derechos humanos y combate a la corrupción.
Aunque para convertirse en ley le queda un largo camino, incluyendo el visto bueno del Senado y la firma del nuevo mandatario estadounidense, el movimiento hostil muestra que el reclamo opositor ha encontrado eco en los pasillos del poder de Washington.
Tras su primer mandato entre 1985 y 1990, Ortega suavizó su imagen y su combativo discurso revolucionario por uno repleto de referencias a Dios y la reconciliación, pero el domingo recordó los tiempos de la intervención estadounidense.
“(En 1928) eran los oficiales del Ejército norteamericano los que contaban los votos. ¡Qué vergüenza! ¡Qué dolor!”, dijo Ortega, que emergió en 1979 como figura visible de la revuelta que derrocó la dictadura de Anastasio Somoza y luego desafió a Washington en lo que consideraba “su patio trasero”.
“Ahora la historia es diferente porque el pueblo así lo decidió. ¡Ahí no hay un solo general yanqui!”, clamó Ortega tras sufragar en Managua el domingo acompañado de Murillo.
Mientras tanto, los problemas económicos de Venezuela están reduciendo los créditos preferenciales otorgados por el país petrolero, que han sido clave para disparar la popularidad del líder sandinista al tiempo que mantenía una disciplina fiscal alabada por el FMI.
Gracias a su amistad con el fallecido líder venezolano Hugo Chávez, Ortega negoció desde su retorno al poder en el 2007 más de 3 mil 700 millones de dólares en financiamiento preferencial en el marco de la alianza socialista regional que impulsó Caracas.
Mediante este acuerdo, que se maneja a través de empresas privadas y del que se desconocen los detalles, el país tiene ventajosas condiciones para pagar la factura petrolera venezolana y puede financiar diversos proyectos sociales.
Pero la recesión en Venezuela comenzó a mermar el caudal de recursos, que cayó un 37 por ciento interanual en el primer semestre del 2016 tras una reducción de casi el 40 por ciento en el 2015, cuando fue de 300 millones de dólares.
“Habrá una solución”, dijo Fausto Morales, conductor de 27 años, en medio del bullicio de los festejos sandinistas. “Dios abrirá otras puertas para que sigamos adelante”, concluyó.
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