EFE. La delegación parisina del Instituto Cervantes, primera sede que se aventuró más allá de las fronteras españolas, cumple su 25 cumpleaños como piedra angular en la promoción de la lengua y cultura hispana en el extranjero.
Su inauguración consistió en una serie de actos en febrero de 1992 que dieron el pistoletazo de salida a la expansión del Instituto Cervantes en el mundo, que disparó el entonces ministro de Cultura, Jordi Solé Tura.
Con París a la cabeza, declaró en el acto de presentación, las delegaciones extranjeras deben proyectar la imagen de un país joven e ilusionado, “que desde la democracia ha conseguido superar los demonios tradicionales de una España aislada”.
La sede parisina, que se instaló en lo que era la Casa de España y la Biblioteca Española de París, se convirtió en el modelo a seguir para los 76 centros internacionales que hoy trabajan en los cinco continentes.
Una red que cuenta con un presupuesto de más de cien millones de euros, y sus centros organizan cerca de 5.500 eventos culturales y reciben a más de 140.000 estudiantes de español cada año.
“Un ministro no viene todos los días, y por eso sabíamos que aquello era algo grande -dice a Efe Laura, una de las seis profesoras que comenzaron en 1992 y aún trabajadora en el centro-, pero no podíamos imaginar que la institución llegara tan lejos”.
París, por ser el pionero, fue el verdadero líder del mayor proyecto de diplomacia cultural del gobierno español, equivalente al British Council británico o la Alliance Française del país galo.
Siempre hubo una clara conciencia de que “era un centro estrella”, continúa Laura, mientras explica que la plantilla de aquel entonces colaboraba en el diseño de los programas académicos que se replicarían en otros países.
La elección de París combinó estrategia, al ser la capital de un país vecino y corazón de la Europa continental, con sentido histórico.
Como explica a EFE el actual director del Instituto Cervantes, Juan Manuel Bonet, a la cabeza del centro de París los últimos cinco años, “cruzar los Pirineos es la primera idea de cualquier exiliado español”, lo que explica que artistas y pensadores del mundo hispano hayan considerado esa ciudad centro de creación en los últimos siglos.
Pablo Picasso, referente del movimiento cubista, quien en París concibió su famosa obra el “Guernica” en 1937, es uno de los ejemplos de un grupo que incluye a músicos como Manuel de Falla o escritores como Mariano José de Larra.
Bonet confirma que el centro de París continúa “ejerciendo un papel central en la red de institutos”, con iniciativas como las rutas turísticas que persiguen los pasos de personalidades hispanas en la ciudad o las clases de lengua francesa para los españoles que deciden instalarse en París.
“Qué ellos lo tengan más fácil que los que tuvieron que emigrar en otros momentos de la historia”, reclama.
El Instituto Cervantes combina clases de idiomas, la promoción de creadores de habla hispana o la organización de eventos culturales en una estrategia de promoción que Bonet califica de “fundamental” pero compleja, en un mundo en el que lo hispano gana cada vez más peso.
El último informe del propio organismo, publicado en 2016, calcula en 567 millones de personas, entre ellas más de 20 millones de estudiantes, los hablantes de la lengua común, lo que multiplica por cuatro los intercambios comerciales entre los países hispanohablantes.
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