EFE.- El dramaturgo chileno Guillermo Calderón expone en su obra “Mateluna” las pruebas reales de un juicio “injusto” que llevó a la cárcel a uno de sus colabores y con las que denuncia el rastro aún vigente de la dictadura de Augusto Pinochet.
Calderón (Santiago de Chile, 1971) cuenta en una entrevista con Efe en Sao Paulo que hizo esta obra “de manera inevitable” y como una “imposición” y “una forma de volver a mirar el caso y tratar de encontrar Justicia para Jorge”.
Jorge Mateluna, exguerrillero del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, considerado el brazo armado del Partido Comunista que luchó contra el régimen de Pinochet (1973-1990), fue fuente documental para Calderón en la obra “Escuela” (2013) y su historia real formó parte de la trama argumental.
Seis meses después de su estreno, con la pieza todavía en cartel, Mateluna fue detenido acusado de haber participado en el asalto a un banco, un crimen que nada tenía que ver con la condena de más de una década de prisión que recibió por pertenecer al frente.
“Es una exploración hacía el teatro documental. Encontramos dentro de la investigación un par de pruebas claras y son las que usamos sobre el escenario, pero hay cien pruebas más que desmienten la participación de Jorge”, afirma Calderón, también guionista del filme “Neruda”, de Pablo Larraín.
Sobre el escenario se muestran grabaciones del juicio y vídeos esclarecedores que demuestran la corrupción de la Justicia y la Policía chilena en este caso que hoy continúa cerrado.
“La idea es que haya un movimiento político para reabrir el caso”, afirma el director teatral.
“Mateluna” se presentó en el HAU Hebbel an Ufer de Berlín en octubre pasado y esta semana formó parte de la programación de la Mostra Internacional de Teatro de Sao Paulo, desde donde partió para otras ciudades brasileñas y de ahí dará el salto a México.
La obra sigue la línea de teatro “político” utilizada por Calderón en otros trabajos como “Neva”, “Diciembre”, “Clase”, “Villa” o “Discurso”, los cuales han sido interpretados en más de treinta países.
Calderón creció durante la dictadura de Pinochet y confiesa a Efe que se siente parte de los movimientos sociales y políticos de la época, que, desde su punto de vista, terminaron “cuando Chile comenzó su transición a la democracia”.
“La dictadura sigue siendo un fantasma presente en Chile”, asevera.
Como ejemplos, el dramaturgo cita que “en Chile todavía está vigente la Constitución que impuso Pinochet” o “las reglas neoliberales” que organizan hoy la economía del país austral y que fueron puestas en marcha por el régimen autoritario.
“A pesar de décadas de democracia el país ha sido incapaz de zafarse de esas imposiciones”, añade.
Con una dialéctica que fluye entre la decepción y la constante vuelta a ilusionarse, Calderón hace unos años que se mudó a Estados Unidos, un refugio donde “descansar y escribir” obras de teatro que le dan “la libertad absoluta de trabajar con urgencia” y tener “una voz” completamente “al margen de cualquier industria”.
El director ha notado un cambio en la sociedad estadounidense desde que Donald Trump es presidente más allá de la polarización y las fracturas que ha resucitado la figura del magnate.
“Hay indignación, hay furia, hay dolor, pero hay una tristeza profunda y absoluta que yo nunca había sentido en EE.UU.. Esta consternación extendida durante tanto tiempo me recuerda a Chile durante la dictadura. Las condiciones son distintas, pero la emoción es similar”, afirma.
Siempre apegado a la realidad latinoamericana, Calderón trabaja en el nuevo proyecto del salvadoreño André Guttfreund, ganador como productor del Óscar a mejor corto dramático en 1977, y desea seguir vinculado con Larraín, aunque reconoce que le gustaría dirigir su propia película en algún momento.
En definitiva, una vida dedicada a la reivindicación y la reflexión política a través del teatro y el cine porque “cuando todas las instituciones fallan, lo último que queda es el arte”.
“Es un rol limitado pero el arte tiene que ser siempre el último en apagar la luz y cerrar la puerta”, concluye.
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