EFE.- La reconocida novelista cubana Wendy Guerra cree que en estos momentos “hay muchas mujeres en Cuba escribiendo calladas y nadie lo sabe”, según asegura en Miami, donde está de paso para presentar un concierto de “latin jazz”.
“Me pregunto cómo ninguna otra mujer ha escrito un personaje como Cleo, una muchacha que trata simplemente de escribir y es interpretada por las autoridades cubanas como alguien que quiere hacer daño”, reflexiona la autora de “Domingo de Revolución”, la novela publicada por Anagrama en 2016 y que este año volverá a imprenta.
Esta narradora de una corriente literaria actual denominada “autoficción” opina que “el silencio en sí mismo es una manera de emancipación; la literatura escrita en silencio, otra manera”.
“Están las marchas, está la manera de abandonar Cuba de un portazo (como el de Nora en ”Casa de Muñecas“), y está cocinar, que también es un buen método de emanciparse”. Así zanja la cuestión en una entrevista con Efe esta joven rebelde que nunca ha querido dejar su país, al contrario que muchísimos de sus compatriotas.
Significativamente su novela más famosa (Bruguera, 2006) se titula “Todos se van” y el rostro de Guerra (Güines, 1970) no aparece en los medios nacionales, que la mantienen en el ostracismo.
“Toda la vida me gané el pan en los medios, en la radio y la televisión”, recuerda muy tranquila mientras conversa, sentada en un butacón “vintage” de un hotel de Miami Beach que, por su nombre y fecha de construcción (los años 50), recuerda al habanero Deauville.
“Te silencian y punto, sin que haya nada por escrito. Igual sucede con la Feria del Libro (de La Habana), adonde no me invitan”, apunta Guerra.
La escritora ha llegado con su marido, el pianista cubano Ernán López Nussa, quien toma parte del cartel de jazz y de música de la isla del que este sábado se podrá disfrutar en el Miami Dade County Auditorium, para celebrar el décimo aniversario del Global Cuba Fest, un encuentro cultural de la diáspora cubana por el mundo.
Allí Wendy Guerra hará de maestra de ceremonias y a decir textos propios, entre temas musicales, más otros de autores como Lourdes Casal y Gastón Baquero. No va a leer, sino tratará de memorizar textos que tengan que ver con los reencuentros.
Fue Gabriel García Márquez quien llevó el diario infantil de Wendy Guerra a las manos de la agente literaria catalana Carmen Balcells.
Balcells, como hizo en su día con unos jóvenes García Márquez y Vargas Llosa, entre otros latinoamericanos, impulsó la carrera literaria de Wendy Guerra.
La muerte de Balcells y la de García Márquez significan “el fin de una era”, apunta la novelista cubana, cuyas obras se estudian en universidades estadounidenses.
“Es el momento en que la izquierda y el boom latinoamericano dejan de ser lo que eran y se convierten en un semillero para nuevos agentes literarios, nuevos escritores, nuevos editores que puedan fundar un ‘neo boom’ que todos estamos esperando”, comenta Guerra.
Balcells fue en parte la creadora de “Todos se van”, una novela narrada desde la perspectiva de una niña que critica fuertemente los albores de la revolución cubana y que todavía no ha sido editada en la isla.
Guerra dice pertenecer a una tribu de escritores latinoamericanos que ha vivido “una cultura de apartamento”.
Menciona a los mexicanos Guadalupe Netell y Jorge Volpi, al chileno Alejandro Zambra y al colombiano Juan Gabriel Vázquez como partes de ese grupo de 39 escritores menores de 39 años, que en 2007 se reunieron en la capital colombiana y dieron lugar a la antología “Bogotá 39”.
“Nos comunicamos por algunas tuberías secretas pues se trata de una generación de hijos de guerrilleros, de ministros, de políticos”.
“Estábamos solos, poniendo la cafetera con siete años y haciéndonos el café con leche a las diez de la noche, esperando a nuestros padres, que venían de hacer la revolución, las guerrillas, padres que, por ejemplo, hicieron un país tan complejo como Perú”, relata la escritora.
Por aquellos años de 1970, sus padres, recuerda, intentaban hacer teatro de guiñol por las provincias, con una vigilancia extrema. No eran políticamente correctos y fueron marginados por la misma revolución que en un primer momento los incorporó al proceso.
“Tenemos nuestra propia versión de los hechos, y a esto que hacemos sencillamente le llamamos literatura de ‘autoficción’, finaliza Guerra.
La escritora está muy contenta de que el cineasta colombiano Sergio Cabrera -”que fue guerrillero, por cierto“, dice- rodase su versión de ”Todos se van“ y hoy en día se encuentre alojada en ese gran banco de películas, series y documentales llamado Netflix.
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