Muy Interesante.- No es una fantasía: biólogos y neurocientífícos investigan la manera de que se expresen con palabras con ayuda de los ordenadores o la manipulación científica.
“Buenos días, Rufo, ¿cómo estás hoy?”. “Un poco indispuesto por la cena de ayer”. “¡Vaya!, ¿dejamos entonces el pasto para mañana?”. “No, tranquilo, tengo fuerzas suficientes”. En unos años, esta conversación podría darse en cualquier granja del mundo con dos interlocutores nada habituales: un agricultor y una vaca. Al menos, eso es lo que pronostica Con Slobodchikoff, profesor emérito de Biología de la Universidad de Arizona del Norte. De momento, y después de dos décadas estudiando los aullidos de los perritos de las praderas, ya ha descifrado el lenguaje de estos roedores emparentados con las marmotas. Y asegura que se transmiten información sofisticada, como detalles sobre la apariencia de sus atacantes. Si el intruso que accede a su territorio es un humano, hasta se cuentan si está gordo o flaco, o el color de la ropa que lleva.
“Albergo la esperanza de que, en un futuro no muy lejano, hablemos y consigamos establecer alianzas con animales para que ellos libremente colaboren con nosotros, en lugar de tratarlos como propiedades”, nos explica Slobodchikoff. Si conversamos con otras especies, “posiblemente descubriremos que no son unos cabezas huecas, sino que también reflexionan sobre su propia vida y tienen personalidades diferentes, exactamente igual que nosotros”. Eso aumentaría nuestro respeto hacia ellos: incluso es posible que aprendiésemos de política debatiendo con chimpancés y bonobos.
Erich D. Jarvis, neurobiólogo del Instituto Médico Howard Hughes (EE. UU.), también se muestra optimista en este sentido. “Estoy convencido de que muchos animales tienen la capacidad de percibir el habla humana, pero no pueden manifestarse mediante vocalizaciones”, admite a MUY. Y expresarse así es lo único que permite formular pensamientos. “El mejor ejemplo lo tenemos en los trabajos de Irene Pepperberg con los loros grises africanos, con los que ha conseguido una comunicación recíproca. Eso podría extenderse a numerosas especies”, señala.
Toqueteando los genes
Mientras Slobodchikoff apuesta por usar ordenadores para entendernos con otros seres vivos, Jarvis pone sus miras en las últimas técnicas de edición genética. De momento, los científicos ya están identificando las diferencias que existen en el ADN entre animales considerados aprendices vocales, capaces de imitar sonidos como los loros, y el resto. “Pero habrá que esperar décadas para poder manipular esos genes y los circuitos cerebrales asociados”, matiza Jarvis, que lo está intentando junto con otros investigadores. Al fin y al cabo, habrá que tener muy claro dónde cortar, pegar y editar para permitir que un animal se comunique con humanos sin alterar ningún otro aspecto de su biología.
“Habrá a quien le asuste pensar que con esas modificaciones los haremos demasiado listos, y que podrían llegar a dominarnos. Pero no ha pasado con los loros y no ocurrirá con otras especies”, defiende Jarvis. En lugar de eso, este neurobiólogo sostiene que si hablásemos con criaturas no humanas nos sentiríamos “más ligados a ellas y quizás más predispuestos a salvarlas de la extinción, además de tratarlas mejor y entender de una vez por todas nuestro verdadero papel en la maraña de la vida”.
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