Muy Interesante.- Esta crisis especulativa tuvo lugar en el siglo XVII y tiene puntos en común con nuestra burbuja inmobiliaria.
La protagonizó un producto que hoy no es tenido en cuenta por nadie para la especulación: los tulipanes. Ocurrió en 1637, cuando hacía apenas un siglo que habían comenzado a ser introducidos en Europa Occidental desde Turquía. Los holandeses, que ya dominaban el negocio floral, empezaron a cultivar con denuedo la nueva especie. Las variedades de bulbos con más bellos brotes se encarecieron hasta límites insospechados.
Como muchos quisieron transformarse en cultivadores, fueron desarrollados instrumentos financieros para favorecer la inversión, de forma muy similar a lo ocurrido en nuestra burbuja inmobiliaria. Y luego vino el pinchazo.
Aquel espejismo económico inspiró al pintor flamenco Jan Brueghel el Joven, que realizó en su cuadro Sátira de la tulipomanía (1840) una feroz crítica de la situación, con simios encarnando el papel de especuladores e incautos. Te desvelamos las claves de este lienzo, que puedes ver sobre estas líneas, a continuación:
A la izquierda, abajo: Los tulipanes más apreciados eran los que lucían estrías más variadas –en la imagen, de color rosa y blanco–. Estas tonalidades dependen en gran parte de virus que causan alteraciones en la distribución de los pigmentos.
A la izquierda, arriba (en el porche): Una buena comilona era la forma de culminar y celebrar un contrato durante aquellos años de exuberancia irracional, como dirían las autoridades monetarias de nuestra época.
Simios estrechándose las manos: La euforia del mercado impulsó la aparición de derivados financieros. Uno de ellos era el derecho de adquisición de los tulipanes a un precio prefijado, que se establecía en el momento del contrato, ilustrado aquí por un apretón de manos. Este mercado de futuros era altamente arriesgado y propiciaba la especulación.
Mono con pluma y papel: En algunos casos se redactaban complejas cláusulas legales para prever las eventualidades generadas por las transacciones. Participaban abogados y notarios.
Ave rapaz sobre la espalda del simio escribiente: El búho era considerado un símbolo de la vanidad y la locura en aquella época.
Mono pesando bulbos: Estos llegaron a costar tanto que una persona sola no podía pagarlos, así que se creó una especie de acciones llamadas perits. Estas los dividían en unas cuatrocientas unidades de 0,056 gramos, cuando cada bulbo pesa entre 22 y 25 gramos.
Mono con tulipanes bajo el brazo: Esta figura representa a alguien que pone a buen recaudo sus tulipanes tras haber invertido una cuantiosa suma. En 1637, tal actitud generalizada provocaría una debacle financiera cuando, de repente, nadie quiso comprar ya más bulbos como inversión.
Tulipanes de abajo, a la derecha: Curiosamente, la variedad de bulbo más demandada en la época, el Semper augustus, hoy ha desaparecido y solo puede obtenerse por hibridación. El mismo virus que dotaba al tulipán de bellos colores le hacía también encogerse y no florecer más. Llegó a alcanzar precios de 5.500 florines –alrededor de 70.000 euros actuales– por cada unidad.
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