Notimex.- México está situado en el área conocida como Cinturón Circumpacífico o Anillo de Fuego del Pacífico, donde se concentra la mayor actividad sísmica del planeta, ante lo cual la prevención e información se convierten en herramientas indispensables para estar preparados ante cualquier eventualidad.
La alta sismicidad en el país se debe a la interacción entre las placas de Norteamérica, Cocos, Pacífico, Rivera y del Caribe, así como a fallas locales que corren a lo largo de varios estados, aunque son menos peligrosas.
De acuerdo con el Sistema Geológico Mexicano (SGM), Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Colima y Jalisco son las entidades con mayor sismicidad, por la interacción de las placas oceánicas de Cocos y Rivera que se deslizan por debajo del borde de las de Norteamérica y del Caribe, sobre la costa del Pacífico.
Por lo mismo, se ven afectados Veracruz, Tlaxcala, Morelos, Puebla, Nuevo León, Sonora, Baja California, Baja California Sur y la Ciudad de México, la cual, aunque no se encuentra en la costa, es la receptora sísmica de todos ellos, pues está lo suficientemente cerca como para experimentar sus efectos.
El mayor problema de esta urbe, destaca el SGM, es la naturaleza de su terreno, ya que se fincó sobre lo que fue un lago; lo cual, por supuesto, causa gran preocupación entre los expertos y también en la población en general; aunque en este sector, con poco rigor científico, han surgido infinidad de versiones acerca de la ocurrencia de un terremoto de inigualables proporciones.
Rumores que han sido desmentidos por autoridades como la Coordinación de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación (Segob), el Servicio Sismológico Nacional (SSN) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
Esas dependencias coinciden en que, si bien es cierto que la República Mexicana comprende regiones donde han acontecido grandes sismos, y es posible que ocurra otro, no se puede predecir la hora, fecha, lugar y magnitud de un futuro terremoto.
Según el Cenapred, hasta hoy ninguna institución o persona ha logrado establecer un procedimiento confiable para predecir temblores en algún país, pese a que investigadores le han dedicado esfuerzos y recursos considerables. Los sismos no se pueden vaticinar ni con los desarrollos científicos más actuales.
Ante ello, la prevención y preparación son las mejores herramientas. Las recomendaciones son: consultar fuentes oficiales y especializadas; informarse y practicar las medidas de previsión y autoprotección que difunden las autoridades de Protección Civil.
Así como atender sólo la información proveniente de fuentes oficiales, ya que está basada en evidencias científicas; conservar la calma, y utilizar responsablemente las redes sociales.
También es importante saber qué hacer antes, durante y después del sismo, como lo destaca la Secretaría de Gobernación.
En este sentido, la Coordinación Nacional de Protección Civil ha dado a conocer medidas de seguridad que se deben aplicar en esos momentos, así como procedimientos de coordinación y organización para la atención de una posible contingencia en los ámbitos federal, estatal y municipal.
Algunas de sugerencias son: prevenir, mantenerse informados y participar activamente en tareas de protección civil.
No se trata de un asunto menor, por eso el trabajo del gobierno Federal en la materia. La ubicación geográfica y geológica de México nos debe mantener alertas, lo que no debe significar temor, ya que mientras más preparados e informados estemos, mejor sobrellevaremos un fenómeno de cualquier naturaleza.
La República Mexicana está dividida en tres regiones: sísmica, penisísmica y asísmica. La primera está localizada al sur y suroeste del país, abarca los estados de México, Colima, Michoacán, Guerrero, Morelos, Oaxaca, sur de Veracruz, Chiapas, Jalisco, Puebla y Ciudad de México.
La penisísmica abarca la Sierra Madre Occidental, las llanuras de Sonora, Sinaloa, Nayarit, así como la región transversal que va del sur de Durango al centro de Veracruz; mientras que a asísmica se sitúa en la parte norte y noreste de México, en casi toda la península de Baja California y en la de Yucatán.
El Sistema Geológico Mexicano resalta que las zonas de mayor sismicidad se concentran en la costa occidental del país, a lo largo de los bordes de varias placas, cuyo contacto es conocido como trinchera.
En algunas partes de esta región no se han producido sismos de magnitudes mayores a siete por un largo periodo de tiempo, unos 50 años, lo que se conoce como brecha sísmica.
Así, la brecha de Guerrero tiene cerca de 100 años de acumulación de energía elástica; la de Jalisco, aproximadamente 70, y la de Chiapas, más de 300, lo que las convierte en las áreas de mayor riesgo en México.
En opinión de sismólogos y acelerógrafos, el principal peligro para la Ciudad de México está en la costa de Guerrero, a poco más de 300 kilómetros.
El SGM subraya que, de acuerdo con los expertos, es probable que en la costa guerrerense ocurra un gran temblor para liberar la energía acumulada, pero no es posible precisar cuándo, dónde, ni la magnitud.
Se sabe que existe un hueco muy grande que va desde el sureste de Petatlán hasta casi Pinotepa Nacional; si esta región se rompe en un solo movimiento telúrico, podría tener una magnitud superior a ocho, pero también podrían ocurrir varios sismos de menor dimensión.
“Actualmente, no hay forma de afirmar cuál de estas dos posibilidades puede suceder”, señala el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El estudio de la actividad sismológica no para en México. No podría ser de otra manera. Comenzó desde principios del siglo XX, el 5 de septiembre de 1910 el gobierno mexicano decretó la fundación del Servicio Sismológico Nacional (SSN), el cual quedó bajo el mando del Instituto Geológico Nacional, dependiente de la Secretaría de Minería y Fomento.
Entre ese año y 1923 se instalaron nueve estaciones sismológicas autónomas; la central fue instalada en Tacubaya. En 1929, el SSN pasó a formar parte de la UNAM y desde 1948 quedó adscrito al Instituto de Geofísica de la máxima casa de estudios.
A lo largo de los años creció y a partir de 1992, con apoyo de la Secretaría de Gobernación y la UNAM, se inició la modernización de la Red Sismológica Nacional, con la instalación de nueva tecnología. Hoy cuenta con 22 observatorios sísmicos en todo el país y tiene planeado aumentar la red a 33.
Actualmente, el Sismológico reporta miles de temblores cada mes; tan sólo en mayo, por ejemplo, fueron mil 342, con epicentros en territorio nacional y magnitudes entre 2.2 y 5.7.
De acuerdo con sus informes, la sismicidad se distribuye en gran parte del país, concentrándose, principalmente, en las costas de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Jalisco, Colima y el Golfo de California.
Por otro lado, está el Sistema de Alerta Sísmica. El Sistema Geológico Mexicano indica que en 1986, la fundación Javier Barros Sierra auspició la creación del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (Cires), en el que se inició el desarrollo y operación del SAS, cuatro años después.
Este sistema emite avisos en el Valle de México cuando se confirma la ocurrencia de un sismo de gran magnitud en la costa de Guerrero; la alerta anticipada es de aproximadamente 60 segundos, tiempo suficiente para llevar a cabo medidas que reduzcan la posibilidad de que se genere un desastre considerable, puntualiza el SGM.
Al mismo tiempo, el gobierno Federal mantiene campañas de prevención. La Coordinación Nacional de Protección Civil de la Segob pide identificar las zonas de menor riesgo, lejos de objetos y vidrios; observar las señalizaciones y ubicar rutas de evacuación y puntos de reunión.
Así como preparar en un maletín los documentos más importantes, botiquín de primeros auxilios, radio con pilas, linterna, provisiones y teléfonos de emergencia; además de realizar un plan familiar de protección civil, es decir, una guía para que toda la familia sepa qué actividades realizar, antes, durante y después de una emergencia.
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