Violinista internacional toca en calles de Zacatecas para enfrentar “pánico escénico”

Notimex.- Las personas pasan a su lado. Unas le obsequian monedas y otras una mirada. Nadie sabe que la joven del céntrico callejón de La Bordadora es Sarahí Sarmiento del Hoyo, violinista de la Orquesta Sinfónica Juvenil, reconocida a nivel nacional e internacional.

La ejecución que hace del violín es muy buena. Sin embargo, a ella no le satisface todavía. Siempre está practicando para mejorar y, sobre todo, para superar el pánico escénico que tiene cuando participa en conciertos.

El angosto callejón, conformado por centenarios edificios de cantera rosada, adaptados para albergar giros comerciales, es el escenario donde dos veces por semana se presenta la violinista de 21 años.

Las notas musicales que emanan del instrumento, tocado magistralmente, se esparcen por el largo pasillo y se elevan hasta el cielo de la bizarra capital zacatecana.

Las melodías alegran el momentáneo tránsito de cientos de peatones. Cinco años de estudios en la Unidad Académica de Artes de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), de los cuales 3.5 años ha sido integrante de la Orquesta Sinfónica Juvenil, le dan la experiencia para ejecutar sus notas.

A los 15 años comenzó a tocar el violín y fue hasta que perteneció a la orquesta de la UAZ que ha dado conciertos en diversas partes de México, así como en Cuba, durante un programa internacional en el 2015.

¿Por qué tocas en la calle? Sin mucho pensarlo, segura y sonriente, responde contundente: “Para luchar con mi pánico escénico”, el cual todavía se mantiene a pesar de los seis años de estudiar violín.

El aprendizaje musical la ha sometido a muchas presiones y estrés. “Como queremos hacer las cosas demasiado perfectas, llega un momento en que tenemos nervios de qué van a decir de nosotros y siempre es como mucho miedo a que la gente me escuche tocar”, dice.

Por eso, un día de junio del 2016 lo decidió y comenzó a ensayar en la calle. Alguien le sugirió que además pusiera el estuche del instrumento para que le dieran propinas. Así lo hizo.

Alguna gente pasa sin siquiera mirarla; otras se detienen a escucharla y algunas más le dejan monedas. No es mucho lo que le dan, pero emplea el dinero en el costoso mantenimiento del violín.

Eso sí, asegura que poco a poco está venciendo su pánico escénico, que es la vergüenza a que la escuchen tocar, a desafinar o a que le hagan alguna mala cara por su interpretación.

En este año de practicar en la calle, algunos pocos transeúntes le han dicho cosas desagradables, tal como se lo advirtió su padre.

Empero, la mayoría de la gente la escucha y hasta le han comentado que les alegra el día, tal y como le aseguró su mamá que sucedería. “Lo importante –argumenta- es que mis papás me apoyan”.

Ella es la mayor de tres hermanos y la única que aprende música.

El camino por recorrer todavía es largo, pues aún le quedan cinco años más de estudio, ya que va a la mitad de la carrera, porque acaba de concluir el décimo semestre.

Sarahí se dice contenta con lo que hace y dispuesta a continuar hasta concluir, para lo cual seguirá tocando en el callejón de La Bordadora, en el Portal de Rosales o en la Alameda, según se le antoje.

La joven zacatecana tiene un talento especial para la música, un carisma que la hace única y una voluntad que la llevará a los grandes escenarios del mundo.