Por: Brenda Serrano.
Desde tiempos remotos, el hombre sabe nadar, se inmiscuía en mares, océanos y lagos para atravesar largas distancias o en casos emergentes, en los que no había solución como el naufragio de un barco o un bote, y era necesario salvarse avanzando con el propio cuerpo dentro de las aguas marinas. Aquel que no sabía nadar lo auxiliaba el que sí podía, pero si no moría.
Más tarde, este ejercicio en el agua se volvió más popular, hasta la fecha, que existen escuelas especialmente para la enseñanza de la natación. Es muy común que los padres inscriban a sus hijos en la institución del nado para adquirir una buena condición, salud, actividad y energía. El joven y adulto que asisten a clases de natación lo hacen por su propia cuenta como quehacer recreativo, o bien, en compañía de un camarada o allegado practican estos movimientos.
Guardavidas en acción
Andrés Cruz es quien se encarga de revisar, prevenir y ordenar adecuadamente a los nadadores y a los aprendices, en el COMDE (Complejo Deportivo de Alto Rendimiento) de la BUAP (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.) Durante 21 años ha ejercido este oficio de nadador y guardavidas, a lo largo de ese tiempo ha aumentado el grado de su certificación como especialista en la natación y en resguardar las vidas de las personas que acuden a este lugar.
“El que sabe nadar no se ahoga”
Es claro que si se poseen las habilidades requeridas para interactuar en el agua con destreza el porcentaje de ahogo será menor. Sin embargo, en charla íntima, el guardavidas aseguraba que hasta para los expertos es recomendable que haya vigilancia, pues hay alteraciones físicas e imprevistas que pueden acechar al nadador en cualquier momento. Andrés debe cuidar y supervisar que todo marche correctamente.
Además, hay un factor frecuente que influye en las situaciones de cualquier índole: los problemas, daños o accidentes ocurren cuando casi nadie está observando o por el contrario, desaparecen los encargados; por consiguiente, no hay ayuda. Si el verificador se encuentra en el momento del accidente, desafortunadamente toda la responsabilidad será dirigida para él.
Experiencia en el nado y la influencia para la relajación del cuerpo y el alivio del alma
Andrés comparte los cuatro estilos de nado más conocidos: crol, dorso, pecho y mariposa. Antes de enseñar otras técnicas o artimañas, el maestro debe implementar las principales formas de nadar. Pero no es una aplicación general, ya que el orden de los factores no altera el resultado, es decir que, para que una persona aprenda a nadar perfectamente no es totalmente menester que sea a través de la misma estrategia.
Se ha comprobado que hay niños que han adoptado este conocimiento físico por medio de un clavado, por la simple observación o por sí mismos empiezan a realizar los desplazamientos que implica el ejercicio.
Había una muchacha mexicana que acudió a Francia y no sabía nadar, ella quería aprender en el territorio francés, ya que se fue un año de intercambio. Pero, los profesores del colegio de natación aventaban a los principiantes a una alberca profunda, para que los alumnos sintieran el golpe del agua y por supervivencia intentaran salir a la superficie. La interesada abandonó las clases, ya que no le pareció muy agradable esa manera de instruirse.
En este asunto, el niño posiblemente no posea tanto temor y por ello, se atreve a arrojarse al agua, sin detenimiento. El adulto o el que tiene más consciencia de lo que puede suceder, lo paraliza el miedo. Para este último, es más ad hoc crear una táctica, pues es más viable una preparación preestablecida para aprender.
Ejercicio que permite la liberación del estrés y del perjuicio
“Todo deporte es bueno”, aseguran y recomiendan, pero cada quien elige que practicar, de acorde a su interés. Sin embargo, puede auxiliar mucho para desechar los tóxicos corporales y mentales.
“Al sumergirse todo se olvida”
El suave deslizamiento de las técnicas para nadar cicatrizan heridas internas, e incrementan la resistencia física. Por ejemplo, el dorso, cuando se deja caer el brazo izquierdo o derecho para remar el agua, la cabeza se encuentra acostada y se tiene como panorama el cielo completamente azul, nublado o estrellado se produce una sensación de eternidad y ensoñación; la detención de la realidad, la suspensión cósmica y el apaciguamiento de las extremidades resalta una esperanza y fuerza en el nadador.
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