Agencias. El éxito del histórico encuentro del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, depende de los compromisos y acciones concretas que logren para desnuclearizarse, aunque los resultados se verán a largo plazo, de acuerdo con expertos.
“Hace un año solo se hablaba de una posible guerra en la península, y ahora estamos ante una cumbre para tratar la desnuclearización y la paz permanente”, destacó el investigador Cho Seong-ryoul, del Instituto surcoreano de Estrategia de Seguridad, quien confía en que la cumbre “sea el inicio de una serie de reuniones regulares” entre Kim y Moon.
Los observadores coinciden en que este cambio radical ha sido posible por una “conjunción de factores” que incluye la voluntad de supervivencia del régimen norcoreano, en parte al deterioro de su situación económica ante los bloqueos económicos implantados por la comunidad internacional.
Así como los “papeles complementarios” que han desempeñado los líderes del Norte y del Sur, y el presidente estadounidense, Donald Trump, quien tiene previsto reunirse con Kim a principios de junio.
A la hora de evaluar los resultados de esta primera cumbre, el punto clave sería “cómo clarificar el compromiso para la completa desnuclearización del Norte”, destaca Kim Taehwan, profesor en la Academia Nacional de Diplomacia de Seúl.
El también académico y asesor del presidente surcoreano Kim Joon-hyung cree sin embargo que los pasos y compromisos concretos “deben detallarse más adelante”.
“Ahora no es el momento para hablar de una desnuclearización completa, verificable e irreversible, como reclama la línea más dura de la Administración Trump, sino que se trata de mantener el movimiento iniciado para lograr esa meta a largo plazo”, dice este profesor de la Universidad de Handong.
Andrei Lankov, profesor de Estudios Coreanos de la Universidad Kookmin en Seúl se muestra mucho más escéptico y califica de “milagro” que el régimen decidiera abandonar sus armas nucleares, puesto que son “la única garantía de su supervivencia”.
A su juicio, es más creíble que Corea del Norte aspire a “reducir su arsenal” y “ralentizar o detener temporalmente su programa nuclear”, una situación “que permitiría mantener la distensión y con la que el mundo podría vivir”.
Otros analistas creen que Corea del Norte sí que estaría dispuesta a deshacerse definitivamente de sus armas nucleares siempre que se reconozca de forma internacional al régimen estalinista y se le den garantías de cara a su supervivencia.
Los más positivos, como el antes citado asesor de Moon, creen que sean cuales sean las verdaderas intenciones del hermético régimen de Pyongyang se trata de un “momento irrepetible” para sacarle de la senda de la confrontación y la provocación y de lograr una paz duradera.
“Kim Jong-un ha sido muy coherente desde que asumió el poder. Su objetivo siempre ha sido mejorar la vida de los norcoreanos y lograr el desarrollo económico del país, y eso lo podría conseguir accediendo a desnuclearizarse”, afirma Kim Yong-hyun, profesor de la Universidad de Dongguk.
Entre las concesiones que Pyongyang podría obtener a cambio figuran una relajación de las sanciones internacionales que pesan sobre el régimen, la reanudación de la cooperación económica con el Sur o una reducción de las maniobras militares de Seúl y Washington, destacan los analistas, que no obstante discrepan sobre si es lícito compensar al Norte.
“Habrá que esperar cinco o diez años para ver si esta cumbre ha tenido verdaderamente éxito”, sentencia Lankov, quien recuerda las grandes expectativas que se crearon con los acuerdos alcanzados en las cumbres intercoreanas de 2000 y 20007, y posteriormente rotos.
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