Ntx. Después de 50 años y producto de un plan de rescate de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nació el primer polluelo en libertad de guacamayas rojas en la selva de los Tuxtlas, Chiapas.
La última vez que se observó esta especie en esa selva fue en los años 70, de acuerdo a la información de UNAM Global. Junto con especialistas de la máxima casa de estudios, en este proyecto participan expertos de la Reserva Ecológica Nanciyaga, la Asociación Bosque Antiguo y el Parque Ecológico Xcaret.
Patricia Escalante, investigadora del Instituto de Biología, destacó que el hecho de que haya nacido un polluelo, brinda una esperanza tanto para el proyecto como para la conservación de la especie.
Carlos Manuel Rodríguez Mouriño, subdirector de la Reserva Ecológica Nanciyaga, señaló que se trata de un trabajo cotidiano de siete días a la semana durante todos los años. “Es un esfuerzo de un equipo de jóvenes de servicio social, tesistas y biólogos expertos en guacamayas”.
Para incentivar la reproducción de las guacamayas liberadas, el equipo de trabajo instaló en las copas de los árboles cajas-nido hechas de madera. La idea es que las aves las utilicen para poner sus huevos.
Hasta la fecha, se han establecido cuatro sitios de liberación: Reserva Ecológica La Otra Opción, Reserva Ecológica Nanciyaga (sitio operativo del proyecto), Reserva Ejidal Benito Juárez y Reserva Ejidal Dos Amates.
Los participantes en el proyecto, colocaron a las copas de los árboles 12 cajas para habilitarlos como nidos, y una vez al mes revisaban uno por uno.
La temporada de reproducción inicia desde el mes de marzo y puede alargarse hasta agosto, para el mes de mayo “considerábamos que ya no se iba a dar ningún polluelo, porque ya había pasado mucho tiempo y no encontrábamos nada”, relató Omar.
Llegó la sorpresa, y fue en el mes de junio cuando las guacamayas anidaron. Patricia Escalante relató emocionada que encontraron cinco huevos. Este nido resulta especial, porque además de ser el primero de las guacamayas liberadas, detectaron que es cuidado por tres adultos. “Son dos hembras las que pusieron los huevos acompañadas por el mismo macho”.
Para habitar el nido, las guacamayas esperaron que se desocupara porque en la temporada anterior tuvo por inquilinos a unos zopilotes. “Seguramente aprendieron de ellos cómo cuidar a sus crías”, explicó Escalante.
A través de una cámara instalada sobre el nido, los biólogos han seguido su evolución y al parecer va muy bien. “Las hemos dejado que las críen solitas, no hemos intervenido, y lo han defendido de posibles depredadores”.
Si al polluelo lo crían sólo sus padres comenzará una nueva generación completamente silvestre que no esté apegada con los humanos, concluyó la académica universitaria.
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