Muy Interesante.- ¿Nos ponemos en la piel de un zombi? ¿Sabías que comer cerebros está asociado con un trastorno neurológico?
¿Cuáles serían las consecuencias de consumir cerebros humanos? Obviamente no aprobamos en ningún caso hacerlo, pero sí podemos investigar y profundizar sobre ello como curiosidad científica. Lo primero son las calorías, claro. Algunas fuentes estiman que ingeriríamos “78 calorías, 10 gramos de grasa, 11 gramos de proteína y 1 gramo de carbohidratos” por cada 100 gramos de peso del cerebro.
Enfermedades
Históricamente, comer cerebros ha sido asociado a un trastorno neurológico llamado encefalopatía espongiforme transmisible (EET), que es bastante raro. Aquí podríamos incluir el Kuru (la enfermedad de los caníbales), la encefalopatía espongiforme bovina, más conocida como enfermedad de la vacas locas, y la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, un trastorno del cerebro bastante extraño, degenerativo y mortal, que afecta a una por cada millón de personas, según apunta el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidente Cerebrovascular.
El cerebro humano es el órgano más formidable que poseemos. Puede procesar información diariamente, desde recordar los nombres de conocidos hasta aprender una nueva habilidad en el trabajo. El cerebro humano promedio pesa entre 1.300 y 1.500 gramos y mide 16,7 centímetros (cm) de largo, 9,3 cm de alto y 14 cm de ancho.
El 60% de su peso seco es grasa, por lo que es el órgano más gordito del cuerpo. Utiliza el 20% de nuestras necesidades diarias de oxígeno y calorías. El potente cerebro tiene la capacidad de producir aproximadamente 500 mililitros (ml) de líquido cefalorraquídeo al día.
El ejemplo de la Tribu Fore
Hasta la década de 1960, la tribu Fore de Papúa Nueva Guinea consumía a sus muertos como parte de un ritual funerario. Sin embargo, detuvieron este ritual porque, en un extraño giro del destino, los científicos descubrieron que cuando comían cerebros humanos, podían contraer una enfermedad conocida como Kuru, que causa estragos en la materia gris del cerebro, dejándola como una esponja deformada.
El período de incubación puede durar desde unos pocos años hasta un máximo de 60, pero una vez que comienza, al afectado solo le quedan unos pocos años de vida.
Entonces, además de las obvias razones éticas, la ingesta de cerebros humanos queda completamente descartada por razones de salud.
Ingerir la última frontera de la ciencia
Si nos comiéramos el cerebro de alguien (o cualquier otra parte de un ser humano) que está portando alguna enfermedad, existe la posibilidad de que contraigamos dicha enfermedad. Si cocináramos esa parte del cuerpo, también hay evidencia de que ciertas formas de enfermedades causadas por lo que se conoce como “priones” -un agente infeccioso formado por una proteína- podrían no ser destruidas por la cocción. Así las cosas, la posibilidad de contraer una enfermedad es más alta que si comiéramos cualquier otro animal.
Los síntomas comunes de las enfermedades EET o las encefalopatías espongiformes transmisibles, incluyen cambios de personalidad, movimientos espasmódicos involuntarios, sensaciones inusuales, insomnio, confusión, dolores de cabeza severos y problemas de memoria. Otros posibles efectos secundarios incluyen problemas psiquiátricos como la depresión, la falta de coordinación y una forma de caminar inestable. Actualmente no existe un tratamiento que pueda detener la progresión de cualquiera de las EET, pero estas enfermedades generalmente culminan en la muerte del paciente en el transcurso de unos pocos meses a algunos años.
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