Notimex.- Colima. La modernidad, la tecnología, pero sobre todo la invasión de productos industrializados, no han sido obstáculo para que en Colima, perduren las bebidas no alcohólicas típicas de la región, cuyos orígenes se remontan a la época prehispánica o de la conquista española.
La tuba, extraída de la palma de cocotero, el tejuino, derivado del maíz molido, y el bate, producido con semilla de chan dorada y molida, son las tres principales bebidas no alcohólicas de la entidad, que difícilmente se encontrarían en otras regiones.
Incluso, la tradición de los colimenses y visitantes para consumirlas, motivaron al gobierno estatal para, hace algunos años, erigir estatuas en honor a quienes aún las producen y comercializan, especialmente la tuba y el bate.
“Hay una invasión total de productos industrializados con campañas intensivas de comercialización, pero las tres bebidas se conservan, son ricas en términos culturales o folclóricos, pues se hacen de manera artesanal, por lo que no están en peligro de desaparecer”, afirmó el cronista del municipio de Colima, Abelardo Ahumada González.
En entrevista con Notimex, refirió que los orígenes de esas bebidas, así como la transformación que al paso de los años o los siglos han tenido “mediante aportaciones populares que han buscado mejorarlas en su sabor”.
Bajo ese tenor, señaló que la tuba es una bebida que se produce en la palma de cocotero o de coco, que se extrae cuando en lo alto comienza a florear la rama, de la cual, habría de formarse el racimo de cocos.
“Se hace un corte en forma temprana para evitar la floración, y a partir de ese corte queda como una herida que gotea la savia, pero no la que corre por el tronco y las ramas, sino la que estaba destinada a dar el dulzor que normalmente contiene el agua de coco”, indicó.
Mencionó que el procedimiento no es original de Colima, sino traído desde las Filipinas en el año 1568, por el navegante Álvaro de Mendaña, luego de haber recorrido las islas Salomón de esa región.
“Trajo en su embarcación unos cocos que originalmente venían verdes, aptos para ser bebidos, y que por alguna circunstancia o ya con toda la intención, dejaron que se secaran para que brotara la planta, por lo que en la América española, Colima fue el primer lugar donde hubo palma de cocotero, y eso está documentado”, relató Abelardo Ahumada.
Explicó que con el apoyo de esclavos filipinos, que tenían conocimiento del manejo del cocotero y sus derivados, fue como se promovió aquí el cultivo y aprovechamiento del cocotero.
“Uno de los subproductos fue precisamente la tuba, que en otro tiempo se utilizaba para hacer vinagre, del que se producía el vino de coco previa destilación, y que no es otra cosa que la gota constante que se produce de la rama cortada que se convertiría en racimo”, indicó.
Dijo también que la creatividad humana, es la que ha incorporado elementos a esta bebida.
Así, la tuba pura tiene su origen en el siglo XV, pero al paso del tiempo se le ha agregado agua con vinagre, para multiplicar el volumen y mantener su sabor, así como condensado de jamaica, azúcar, granos de granada roja y cacahuates, denominándose tuba compuesta a esta preparación.
Sobre el tejuino, mencionó que es una bebida derivada del maíz.
“Antiguamente, por el siglo XVI, muchos indígenas, no nada más de aquí, para sus largos viajes, llevaban como bastimento maíz molido, mejor conocido por nosotros como pinole.
Sin embargo, añadió, era de un sabor muy limitado, no apetecible pero alimenticio, al que sólo le agregaban agua”.
Comentó que, ese mismo siglo, Hernán Cortés trajo de las islas del Caribe la caña de azúcar, que originalmente se plantó en Veracruz y lo que hoy es estado de Morelos, y que enseguida fue traída a Colima, donde se comenzó a producir en pequeñas proporciones.
“Se hicieron pequeños trapiches para sacar subproductos de la caña, y uno de estos fue el piloncillo, el cual fue agregado al pinole con agua, con lo que encontraron una bebida sabrosa, y que después fue cambiado por el azúcar”, resaltó.
Subrayó que al paso de los años, y debido a que los indígenas producían sal en lagunas y esteros de la costa ahora colimense, “seguramente no faltó a quién se le ocurriera ponerle algunos granos de sal, y con el paso del tiempo alguien más le agregó el limón, por lo que se formó esa bebida, que hasta el siglo XIX se bebía al tiempo”.
Para Abelardo Ahumada, fue con el establecimiento de la primera fábrica de hielo en esta ciudad, a principios del siglo XX, cuando entonces se le incorporó este producto en trozos, a fin de hacerla más refrescante.
“Es una bebida netamente indígena, a la que de siglo en siglo se le incorporaron nuevos elementos, hasta tener la mezcla que hoy subsiste, y que no es otra cosa que maíz molido, agua, limón, sal y hielo picado, a la que se le llama tejuino”, puntualizó.
Afirmó que no hay otra región donde se produzca y consuma tal bebida, aunque aclaró que existe una zona del país donde la procesan para dejarla fermentar, hasta convertirla en una cerveza de maíz.
“Trabajé dos años en la sierra tarahumara, y los indígenas beben lo que llaman ?tesgüino?, una variante del nombre de tejuino, que lleva el mismo proceso, pero endulzado con piloncillo y dejado fermentar en cántaros o en tinajas con tapas de peltre selladas con masa, que en cinco días fermenta y se convierte en cerveza de maíz”, abundó.
Respecto al bate, acotó que siguió un proceso parecido al tejuino, pues se trata de agua de chan o chía molida, que desde sus orígenes en el siglo XV y también al paso del tiempo, fue producto de aportaciones populares que la enriquecieron en sabor y frescura.
“No es más que agua de chan o de chía, semillas negras muy pequeñas que se dan de forma silvestre, y que tienen la propiedad de que ya secas y vueltas a remojar, producen una gomita blanca, un mucílago comestible, con muchas propiedades alimenticias y curativas, que propicia buena digestión y es buena para los riñones”, destacó.
Admitió que se trata de una bebida de origen prehispánico, “y existen datos de que el agua de chan endulzada con miel de abeja, era un lujo que solo los nobles de aquellos pueblos indígenas se podían dar? Ese es el origen de la bebida que hoy llamamos bate, enteramente prehispánico”, insistió.
Mencionó que, sin embargo, ahora ya no se elabora con la semilla entera, “sino sumamente molida y dorada, que al arrojarse al agua muestra al mucílago disperso, y a esa sustancia se le agrega más agua, hielo, y como la miel es cara, se sustituyó con melado o melaza, un subproducto de la molienda de la caña de azúcar”.
Señaló que, tal como se hace también con la tuba, el bate se conserva siempre en balsas de calabazos, que tienen la propiedad de mantener las bebidas muy frescas.
Dijo que el agua con el polvo, el mucílago que se deriva, más el hielo, “es lo que originalmente se sirve, y el melado se agrega al gusto, todo lo cual se tiene que batir, por lo que seguramente de ahí deriva la palabra bate, porque originalmente era simple agua de chía o chan”.
“Hay una referencia, que se llama la Relación de Ixtlahuacán del año de 1778, que hizo un padre que se llamaba Fray Joseph Morales, que describe esa agua de la que hablamos, por lo que no es un invento lo que estoy diciendo”, puntualizó.
Asimismo, aseguró que ninguna de esas bebidas está en peligro de extinción.
“Lo que sucede es que la aparición de refrescos industrializados y otras bebidas ha facilitado mucho los procesos, las tres bebidas se conservan, pero su hechura dificulta su consumo masivo”, aseveró.
“Pero como también son ricas en términos culturales o folclóricos porque se hacen de manera artesanal, no están en peligro de desaparecer”, reiteró.
Advirtió que es difícil incentivar estos productos típicos, sobre todo por la invasión total de productos industrializados, que cuentan además con campañas intensivas de comercialización.
“Creo que las secretarías estatales de Cultura y de Educación, y las direcciones municipales en esos rubros tienen la posibilidad de incidir, pero desafortunadamente no se puede presionar a nadie, porque a la hora de la hora, la gente también busca mayor ingreso, y como que ese tipo de trabajo no se los da”, comentó.
Sin embargo, para el cronista del municipio de Colima, existe otra bebida típica no alcohólica de origen prehispánico, se llama Café de Moho.
“Es un árbol muy alto de costra gruesa y rasposa, que produce unas bolitas del tamaño de media ciruela o medio limón, que crecen también de manera silvestre, y que los indígenas, mucho antes de que los españoles llegaran, comenzaron a recogerlas, viendo que las comían por ejemplo, los tejones, mapaches o venados”, afirmó.
Consideró que esos indígenas buscaron procedimientos o que de manera incidental, descubrieron que se podía tostar, con lo que se producía una bebida sabrosa, aromatizante y estimulante.
“Ese moho tostado y molido tiene prácticamente la misma consistencia y el aroma del café, excepto que carece de cafeína, pero en esencia, el olor y sabor es muy parecido, y por eso se le dio el nombre de café de moho allá por el siglo XIX, y que ahora promueven incluso los naturistas”, narró.
Abelardo Ahumada destacó que “a su modo, las cuatro bebidas son típicas de la región, pues lo típico es lo que se produce en un lugar y no en otro, y si vas a casi cualquier parte del país, no te vas a encontrar ninguna de las cuatro, si acaso con variantes, como el tesgüino de Chihuahua”.
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