En la era primitiva, aquella donde el hombre era tan solo, ermitaño, rutinario, balanceándose de un lado a otro. Dios veía en su soledad, lo que más le irritaba, lo que no se le ocurría. Dios es creador al mismo tiempo si el hombre era diseñado a semejanza, esperaba que el hombre en la tierra hiciera lo mismo, no sólo acostumbrarse a comer y a descansar, dejó sus manos en un pensamiento, como si él mismo en todas las expresiones de luz, acariciaran la vista. Tuviera la atracción de la misma gravedad en un sentido lateral corporal, que ese encanto durara de un momento a momento eterno y, que al menos, llenara de gozo la satisfacción de su compañía. De esta manera creó a la mujer.
Esta descripción pareciera ser divina. Sí fuera dibujada con las mismas instrucciones, pero si se pone en manos de un mal dibujante o un mal escultor, sería todo lo contrario.
Dios es divino porque cada quien encuentra su definición de perfección propia, la apreciación puesta en el hombre y la mujer son de manera aleatoria y espontánea.
Eso en el arte de la vida le dio el encanto para tenerla a su lado, después del pecado condenamos a quien fue diseñado para acompañarnos y la mujer a la tentación, de quien no conocía. La mujer fue traicionada por el susurro y lamentablemente, la seducción entra por endulzar el oído. Por eso se convierte en pecado porque optas por sensibilizar la parte que la mujer no puede resistir, el amor grabado de manera divina de su corazón.
En el hombre, la razón se hizo como la única convicción jerárquica, de protección. Ahora el hombre se forja en las tareas pesadas como castigo para ser fiel protector y dador de vida de la mujer, y ésta a su vez es condenada a su obediencia, en parte su fidelidad.
El hombre está cayendo en lo amorfo de sus inquietudes, ha sido la multiplicación de vida pero portador de la reproducción de los errores, no se puede culpar a la tierra de ser fértil, de todo lo que reciba.
Ahora en el arte, Dios decidió crear en la astucia de corregir un error, que no fue ni de él, ni de lo mismo que aconteció. A una mujer que sabe leer y ser creadora de lo mismo. Que edita en cada esencia de contacto natural, perspicacia auténtica, para orientar sin ser víctima de lo que tiene contacto. Esta mujer lleva la capacidad de ser maestra del escritor y la humildad para dejar que su trabajo lo ponga en la potencialidad de quien se le ocurrió la historia.
En cada línea lleva la precisión de su sentir, y cómo le gustaría se viera la inspiración de quien admira, las manos de Dios la acompañan, ya que su historia no puede ser cuestionada. Dios le permite, trazar con esa bendición, ser la fuente de atención de una bella historia en la que ve con plenitud los ojos que requieren para alabar su existencia.
Dios ha mejorado a la mujer en las aptitudes para escribir de manera correcta sus leyes, mandamientos e interpretaciones. En la que la humildad sea su encanto de libertad y en ella anuncie la unicidad de la que resalta cualquier aparente seducción.
Freddy Maquiavel Zavram
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