Notimex.- Demostrar que el arte ayudará a sublimar el dolor de forma colectiva y que el propio dolor germine en la conciencia es el objetivo de la obra “Con el dolor y la fragilidad”, de la artista Betsabeé Romero, que se exhibe desde el 9 de abril en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Se trata de un altar dedicado al dolor y la fragilidad de la mujeres, una obra con la que Romero retoma la tradición de colocar altares de Dolores durante la Semana Santa, y que se inspira en una tradición que ha prevalecido por más de 450 años en México para resinificarla y actualizarla.
Convencida de que esta tradición de altares se está perdiendo, la artista comentó que es una obra que tiene que ver con un tema de género: el dolor de una madre que sabe que su hijo va a morir o ha muerto.
“Esta tradición no se enfoca como el viacrucis, en las heridas, o el dolor mismo, sino que es un altar en el que a través de la música, de las velas, formas y el vidrio, que simbolizan las lágrimas de la virgen, quieren distraer el dolor”, dijo.
Sensibilizada por el sufrimiento, la artista colocó en una primera sala o antesala, decenas de fotografías de mujeres de Guerrero, Chihuahua y Oaxaca, principalmente, que han sufrido alguna pérdida, entre elementos tradicionales como el papel picado, velas, flores y frutas a las que añade piezas de su autoría, como son las llantas recicladas, que ofrecen nuevas lecturas a la simbología tradicional.
“La obra no está dedicada a la Virgen de los Dolores, sino a las numerosas y dolorosas madres que padecen estas terribles pérdidas de sus hijos o hijas en este país, donde la violencia le quita la vida a tantas personas diariamente”, señaló.
Reutilizando elementos con los que busca “distraer el dolor” como la incandescencia de las velas y otros elementos brillantes como el vidrio y el color dorado, Romero los hace suyos al presentar los vidrios rotos y la hoja de oro trabajada sobre llantas, utilizando así un soporte contemporáneo que funge como símbolo del reciclaje.
Una celosía de papel picado con impresiones de estas mujeres en serigrafía fusionadas con la imagen de la Virgen María, forma el fondo de esta instalación en la que predominan materiales frágiles como la cerámica, el papel, el vidrio y la cera.
Según la artista, en la época prehispánica, el dolor era asociado con las celebraciones en la primavera, como un sentimiento que se puede “sembrar” para germinar o florecer, lo cual se representa de manera tradicional al colocar aguas frescas como símbolos de las lágrimas de la Virgen que hacen florecer las semillas y la sangre de Cristo.
Romero representa este concepto con unas figuras de borreguitos y semillas de chía colocados por encima de la cama de vidrios rotos, lo que nos habla de la vida que germina del desastre; además de elementos como las naranjas en las que se reiteran la idea del fruto de la tierra que nace ácido pero se puede volver dulce; las tradicionales banderitas clavadas en ellas aluden al dolor en el corazón de la Virgen, en esa ocasión, van colocadas en distinta forma y con una propuesta de su autoría.
De acuerdo con la creadora, el motor de su gran instalación es el sufrimiento que deja la pérdida y está enfocado a la mujer. La obra viene complementada con un poema a través del cual la artista expresa su sensibilidad y empatía frente al tema.
Betsabeé Romero es una artista mexicana que desde hace más de 10 años se ha especializado en elaborar un discurso crítico sobre la resemantización local y cotidiana de símbolos y ritos de la cultura del consumo global.
Ha abordado la problemática del arte público, su permanencia y relación con el tejido social.
Ha participado en infinidad de muestras y residencias y tiene obra en importantes colecciones como Daros Collection en Suiza, y las colecciones del Banco Mundial en Washington, Gelman en México, del MOCA de Los Angeles, Museo de Monterrey, Museo De Arte Contemporáneo de Portoalegre Brasil, entre otras.
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