Notimex. Considerado un innovador tanto en las técnicas utilizadas como en las temáticas abordadas, el pintor francés Edouard Manet es uno de los más importantes exponentes de la pintura moderna.
A 131 años de su muerte, que se cumplen este miércoles, Manet es recordado por obras como “Almuerzo sobre la hierba”, “La ninfa sorprendida”, “Retrato de Émile Zola”, “El balcón” y “Autorretrato”, por citar algunas de sus más célebres piezas.
Manet nació en París, Francia, el 23 de enero de 1832. Fue hijo de Auguste Manet, jefe de personal del Ministerio de Justicia, y de Eugénie-Désirée, hija de un diplomático.
De acuerdo con sus biógrafos, sus primeros pasos artísticos los dio a temprana edad, cuando en su etapa escolar su tío materno Edmond-Edouard Fournier le enseñó las primeras nociones y lo llevó al Museo del Louvre.
Al finalizar sus estudios básicos, su padre quería que fuera un prestigioso abogado, pero Edouard se empeñó en entrar a la Academia Naval, sin éxito. Su interés por los barcos era tal que se alistó en un buque mercante, con el que llegó hasta Brasil.
De vuelta en París obtuvo el permiso de su padre para estudiar pintura y en 1849 se integró al taller de Thomas Couture, con el que se enfrentó en forma continua, por considerar anticuadas sus enseñanzas.
Cuentan que además de sus clases de pintura, Manet completaba su formación con frecuentes visitas a los museos, donde sintió gran atracción por la pintura española, especialmente Diego Velázquez y Francisco de Goya, así como Vecellio Tiziano, Giorgio da Caltelfranco “Giorgione” y Eugene Delacroix.
Según los conocedores, estos artistas serían su inspiración para la creación del Impresionismo, si bien es cierto que otros no lo consideran como tal, sino como una transición entre el Realismo y esta nueva corriente estilística.
Así consideran que la luz de Velázquez y el color de Goya son los dos elementos que aparecen en las obras de su época madura.
En 1856 abandonó el taller de Couture y compartió un estudio con Albert de Balleroy, año en el que viajó de nuevo a Italia -había estado en Florencia en 1853-, Holanda, Alemania y Austria, países en los que descubrió a Rembrandt y la escuela veneciana, que añadirá a sus fuentes anteriores.
Para 1859 presentó su primera obra al Salón de París, sala de exposiciones controlada por un jurado conservador, cuyos miembros nombraba el gobierno, pero que era el único lugar donde si se triunfaba, se aseguraba el éxito inmediato.
Al jurado presentó “Bebedor de absenta”, obra que le fue rechazada de manera unánime, excepto por Delacroix. Un par de años después volvió a intentarlo con dos obras: “Retrato de M. y Mme. Manet” y “Guitarrista español”, con la que consiguió una mención de honor y el elogio de algunos críticos.
Su estilo, consideran los especialistas, incluye un homenaje a la pintura española del Barroco junto al empleo de sugerencias de la estampa japonesa, como la articulación de las tonalidades a través de contrastes y la renuncia al claroscuro tradicional.
Estas novedades le valieron la admiración de los artistas jóvenes, en especial Edgar Degas, quienes se agruparon en torno a él y le animaron a realizar obras más ambiciosas.
De esta forma integró a sus obras su fuerte influencia española, aunque de manera paulatina incorporó escenas de la vida parisina, como se nota en el cuadro “Música en las Tullerías”, por la que sintió debilidad el poeta y escritor Charles Baudelaire.
En 1863 dio el golpe definitivo a las estructuras del Salón, quizá sin pretenderlo. Un año antes había heredado la fortuna que le legó su padre al morir, por lo que no necesitaba vivir de la pintura.
Ello le dio confianza para presentar su obra más controvertida: “Desayuno en la hierba” que, junto a dos cuadros más, fue rechazado por el jurado oficial, pero en una actitud propagandística, Napoleón III creó el Salón de los Rechazados.
De nuevo, los artistas jóvenes lo elogiaron y Manet frecuentó la tertulia del café Guerbois, donde se relacionó con el fotógrafo Nadar y los pintores Edgar Degas, Claude Monet y Camille Pissarro, el grupo netamente impresionista.
En 1863 se casó con Suzanne Leenhoof, a la que conocía desde que era su profesora de piano, en 1849, con la que llevaba conviviendo mucho tiempo y con quien supuestamente tenía un hijo, Léon Edouard Kella.
Para la Exposición Universal de París de 1867 fue rechazado de nuevo un cuadro suyo, lo que significó el apoyo total de Émile Zola, quien se dedicaría a defender su obra, lo que le fue recompensado con el excelente retrato del año siguiente.
Sus siguientes obras tampoco recibieron buena acogida y 1870 sería también un año desagradable para él, primero porque recibe heridas en un duelo con el crítico Duranty y después al ser movilizado durante la Guerra Franco-Prusiana, suceso que le motivó la creación de algunos cuadros y numerosos grabados.
Por fin, después de varios intentos, en 1873 obtuvo el gran éxito en el Salón de París con “Le Bon Bock”, en lo que algunos estudiosos encuentran la razón para que no haya participado en las exposiciones de los años siguientes con los impresionistas.
En el verano de 1874, durante su estancia en Gennevilliers, cerca de Argenteuil, donde vivía Monet, realizó sus obras más marcadas por el nuevo movimiento: “Argenteuil”, “Pareja en un balandro” o “Claude Monet con su esposa en su estudio flotante”.
Los años siguientes serían rechazadas de nuevo sus obras en el Salón, además de que iniciaron los síntomas de la ataxia, enfermedad que lo habría de llevar a la muerte.
Su producción no paró y en 1881 obtuvo de nuevo el triunfo en el Salón de París, pero la enfermedad ganó terreno y dos años después le fue amputada una pierna, muriendo el 30 de abril de 1883.
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