Notimex. Guadalupe Amor, la llamada “Undécima musa”, fue una poeta mexicana sui géneris, que forjó su obra con temas metafísicos, escritos en primera persona; además, junto con la poeta Nahui Ollin (1893-1978), se le considera una precursora de la liberación femenina en este país.
A 14 años de su muerte, que se cumplirán este jueves, se le recuerda como una mujer bella, inspiración de fotógrafos y pintores como Cordelia Urueta, Martha Chapa, Raúl Anguiano y Diego Rivera, éste último la pintó desnuda, pese al disgusto de sus padres, los aristócratas Emmanuel Amor Suverbielle y Carolina Schmidtlein García Teruel.
De acuerdo con el sitio especializado en literatura “epdlp.com”, Guadalupe Teresa “Pita” Amor Schmidtlein nació en la Ciudad de México, el 30 de mayo de 1918, aunque en su sangre predomina la ascendencia española, alemana y francesa.
Desde muy pequeña hizo suyo el gusto por la poesía pues, según declaró a la prensa, después de la cena, su familia acostumbraba leer poemas de Luis Góngora, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz y de Ramón López Velarde, personajes ilustres que influyeron en ella y sus escritos.
La poeta y narradora, la menor de siete hermanos, realizó sus estudios en el Colegio del Sagrado Corazón.
De acuerdo con datos biográficos del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), fue una mujer con la sensibilidad a flor de piel, pero que gustaba de la soledad, que vivió rodeada de lujos, aunque la pérdida de la riqueza familiar en Morelos, provocó que constantemente su familia recurriera al Monte de Piedad para empeñar y vender los tesoros que habían logrado rescatar del desastre económico que trajo consigo la Revolución.
Durante su adolescencia ansiaba dejar su hogar paterno y ser adulta, por lo que lo reflejó en su costumbre de portar vestidos escotados, mantones, capas y no usar ropa interior ni medias.
Se fue de su casa antes de cumplir la edad adulta, para comenzar una singular vida de soltera, época cuando organizaba reuniones en su departamento en Río Duero y Pánuco.
A estos eventos sociales asistían hombres que la amaban, mujeres que la asediaban y grandes personajes de la lengua escrita, entre los que se cuentan Octavio Paz, Carlos Fuentes, Elena Garro, Juan José Arreola, Pina Pellicer y José Revueltas.
El primer escándalo público de la narradora mexicana fue a los 18 años, al convertirse en amante de José Madrazo, un rico ganadero de 60 años, dueño de la ganadería de toros La Punta, con quien mantuvo una larga relación.
También fue conocida por involucrarse con toreros, pintores, artistas y escritores.
En el ámbito profesional fue conductora del programa “La Señora de la Tinta”, de Canal 11, y “Variaciones sobre un motivo poético”, de Radio Universidad.
En cuanto a los medios impresos, publicó en diferentes revistas, suplementos y diarios como “America”, “Hoy”, “El Nacional” y “México en la cultura”, cita la biografía de la artista mexicana en revista electrónica “revistadelauniversidad.unam.mx”.
Su belleza y personalidad le permitieron incursionar fugazmente en el cine como actriz, en “Cadetes de la Naval” (1944) y “El que murió de amor” (1945).
Apasionada y polémica, fue apadrinada poéticamente por el ensayista Alfonso Reyes (1889-1959).
Entre sus libros de poemas se destacan “Yo soy mi casa” (1946), escrito donde habla de su niñez, “Puesta obstinada” (1947), “Círculo de angustia” (1948), “Polvo” (1949), “Décimas a Dios” (1953), “Todos los siglos del mundo” (1959) y “Soy dueña del universo” (1984).
Cuando tenía alrededor de 41 años decidió tener un hijo, que al sentirse incapaz de criar decide dar en custodia a su hermana mayor.
Sin embargo, Manuelito, como se llamaba su hijo, murió ahogado en una pileta, cuando tenía poco más de un año, evento que le provocó una crisis, su vida personal se volvió silenciosa y descuidó su aspecto físico.
Aparece nuevamente en los 80, como una mujer insolente y arrebatada pero diferente. Después de 10 años, decidió dar un recital en el Ateneo Español donde proclamó poesía mexicana de Sor Juana Inés de la Cruz, Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Xavier Villaurrutia y Ramón López Velarde, entre otros.
Estuvo en cama por más de dos años, acompañada de los fantasmas que siempre quiso olvidar: la soledad y el abandono.
El 30 de mayo del 2000, dejó de existir una mujer brava, que supo abrirse paso en la tierra de los poetas, y con ella se fue también una época de México. De Pita sólo quedan recuerdos, entre ellos, sus huellas plasmadas en la Zona Rosa.
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