EFE.- El retrete y las heces protagonizan desde hoy en el Museo de Ciencias Emergentes de Tokio una insólita y divertida muestra interactiva que propone una viaje a través del aparto digestivo y los sistemas de alcantarillado del Japón moderno.
La exhibición, titulada en japonés “¡Vamos water! El futuro de nuestro planeta y nuestras heces”, se propone como un inusitado tributo al retrete, invención que en Japón alcanza la mayor de las sofisticaciones tecnológicas.
De hecho, la versión japonesa automatizada del inodoro, que calienta el asiento e incluye bidé, sonido y desodorante y a la que se enaltece como epítome de la “discreción y hospitalidad nipona”, recibe a los visitantes en la entrada.
Se presentan después los simpáticos personajes que sirven de hilo conductor, entre los que destacan distintos tipos de excrementos sonrientes, un rollo de papel higiénico o un excusado malhumorado que se queja en una divertida animación del menosprecio que le muestra la gente, pese a la importante labor que realiza a diario.
Pensada esencialmente para niños, aunque tremendamente ilustrativa para los adultos, la exposición, que permanecerá abierta hasta octubre, se centra a continuación en las heces, a las que califica como unas “grandes desconocidas”.
En este punto se recuerda que la antigua palabra para retrete en japonés es “benjo”, que literalmente significa “sitio en el que se recibe información”, en referencia a los datos que ofrecen los excrementos sobre las condiciones del cuerpo y la propia salud dependiendo del olor, el color y la textura.
El tradicional baño en cuclillas nipón estaba precisamente pensado para observar toda esta “información” a diario, antes de tirar de la cisterna, y viene a recordar que Japón, país donde hoy no es raro que una marca de laxantes utilice una simpática deposición parlante para anunciarse, nunca ha sido remilgado en estos temas.
Es precisamente esa naturalidad, así como la importancia de conocer bien la propia fisiología, lo que la muestra viene a reivindicar en plena era de los retretes robotizados, aquellos capaces de perfumar el baño y de producir el ruido de una cascada para disimular los sonidos corporales.
Ante semejante avalancha tecnológica destinada a obviar las necesidades del organismo, la muestra expone sin miramientos la relación entre dieta y heces y las formas y texturas que denotan un sistema digestivo sano, para a continuación instar a los niños a modelar en plastilina sus propias deposiciones.
A partir de los moldes, el personal de la organización les asesora y da consejos en materia de alimentación o costumbres (como por ejemplo, evitar contener en exceso las ganas de defecar).
Llegados a este punto, el visitante ya está listo para la parte más emocionante de la visita: tras calzarse un simpático gorro en forma de excremento, deben lanzarse por un excusado gigante usando un tobogán para experimentar así “el mundo mas allá del retrete”.
El tobogán conduce a un pasadizo que explica los procesos por los cuales se depura en Japón el flujo del alcantarillado, de donde se obtienen incluso fertilizantes para uso agrícola, que desemboca en un decorado que simula ser el mar, adonde suele ir a parar todo el agua tratada.
Tras exhibir un prototipo de aseo pensado para los viajes espaciales del futuro (“sería capaz de reciclar el 100 % de las heces”), la exhibición pone el punto final con una oda musical dedicada al excusado.
Con suerte, el visitante podrá ver cómo la mascota oficial de la muestra, una persona ataviada en un disfraz de excremento, acompaña con sus bailes a una decena de retretes parlantes, mientras entonan una canción cuyo estribillo reza alegremente “arigatoire” (una mezcla de las palabras gracias y “toilet” en japonés).
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