MVS. Nuestra cabeza está llena de recuerdos que no podemos recuperar porque no los “almacenamos” apropiadamente. ¿Cómo se codifica esa información en el cerebro. Dado que los recuerdos nunca ocurren en el vacío, el estudio de los efectos del ambiente o contexto sobre la memoria es particularmente relevante? Por ejemplo, si estudiamos en la sala y luego tratamos de recordar lo que aprendimos en el salón de clases, es probable que nos cueste más trabajo que si lo hacemos en el mismo lugar, explicó Javier Nieto Gutiérrez, director de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
No sólo es el contexto físico lo que acompaña la codificación de lo que aprendemos, sino el afectivo y emocional. “Si tengo una experiencia al estar contento, enojado o triste, es más probable que la reviva si tengo el mismo ánimo”. Así sucede también con los efectos de algunas sustancias, como el alcohol o el tabaco.
En la Facultad de Psicología, Nieto y sus colaboradores están interesados en el proceso psicológico básico que constituye este fenómeno y en encontrar la manera de localizar la “información perdida”, pero también quieren entender bajo qué condiciones recaen los pacientes que reciben tratamiento contra las adicciones.
Los recuerdos o los hábitos pueden resurgir en entornos particulares. Por ejemplo, los pacientes acuden a un gabinete o consultorio para recibir tratamiento, pero al terminar reinciden porque abandonan ese sitio o porque regresan al “contexto” de aprendizaje original. Asimismo, existe evidencia de que las recaídas se presentan en lugares o situaciones novedosas y no sólo si se vuelve al entorno donde normalmente se consumían sustancias.
Ante ello, el estudio de las recaídas es sumamente relevante. Interpretamos que, entre otros factores, las adicciones son un problema de recuperación de ciertos estados o momentos que se dieron en una situación particular y que a pesar de ser eliminados de manera exitosa en terapia y desaparecer por un tiempo, pueden reaparecer en cuanto se “olvida” lo aprendido en el contexto terapéutico.
Las personas consumen sustancias porque tienen efectos placenteros, lo mismo ocurre al comer, dormir o querer a alguien, todo ello entra en el circuito del placer, lo que fomenta y mantiene durante largo tiempo dichos comportamientos. Por ello, es importante comprender cabalmente los procesos básicos de estos fenómenos, así como transferir este conocimiento a las intervenciones terapéuticas con personas.
Por ejemplo, con una población objetivo de jóvenes de colonias populares que hacen uso de inhalantes como el cemento o el solvente (thinner) –que en México no están tan regulados y se pueden conseguir fácilmente y a un bajo costo–, el académico desarrolla un modelo animal (con ratas) para entender cómo se produce la adicción y luego determinar qué condiciones hacen que recaigan después de haber recibido tratamiento experimental. El proyecto se realiza en colaboración con Silvia Cruz, del Instituto Nacional de Psiquiatría.
Por otro lado, en tratamientos como los que se brindan en el Centro de Prevención de Adicciones Dr. Héctor Ayala, de la FP, se propicia que los individuos tengan autocontrol, que demoren o eviten el uso de drogas, siempre con la disposición de los afectados.
En el equipo de Nieto también se estudia el llamado “descuento temporal” con diferentes drogas. Aquí, la hipótesis es que los adictos “descuentan” rápidamente el tiempo o el valor de los bienes en el futuro. Quienes no lo son, se autocontrolan porque saben que las adicciones pueden tener un costo muy alto, pero en los pacientes esa regulación falla.
Los antecedentes de este trabajo se han dado a conocer en publicaciones como la Revista Mexicana de Psicología, Acta de Investigación Psicológica y el Journal of Experimental Psychology. Aún en proceso inicial, la investigación indica que es más útil que las personas reciban el tratamiento en condiciones lo más cercanas a lo “natural”, es decir, a la vida cotidiana, para facilitar el recuerdo de las estrategias terapéuticas.
Al término de este año se espera tener una idea más clara, con evidencia de qué puede ocurrir en los animales, para comenzar a hacer pruebas en situaciones experimentales controladas con humanos.
La meta es que esta investigación tenga utilidad terapéutica para la salud de los individuos. “Debe haber un compromiso y que no sólo sirva para entender qué pasa en el cerebro, sino para resolver algunos problemas, en particular éste, vigente y con características epidemiológicas importantes”, finalizó Nieto.
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