Notimex.- Francisco Villa era un personaje convencido de que debía haber una nueva generación de niños mexicanos educados en el pensamiento de la Revolución que odiaran la dictadura y fueran demócratas, aseguró hoy aquí el escritor Pedro Ángel Palou.
Entrevistado a propósito de su novela titulada “No me dejen morir así”, que el próximo 3 de diciembre se presentará en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el autor ofrece una obra cuya narración en primera persona, provoca que el lector escuche al propio “Centauro del Norte”, quien cuenta sus vicisitudes y narra las consecuencias de las decisiones que tomó a lo largo de sus 45 años de vida.
Así como su dedicación y empeño en la hacienda de Canutillo, su cariño a los caballos, el odio a los americanos y las relaciones con sus mujeres desde su madre, su hermana Martina hasta Austreberta Rentería, Betita.
El autor señaló que Dorotero Arango Arámbula, nombre real de Pancho Villa (1878-1923), no era parrandero ni bravucón, ni muchos menos deseaba la “silla presidencial” tal como se aprecia en una imagen tomada en el año de 1914.
“La novela nos habla desde un momento antes de su muerte, me tomo la licencia poética de que él sabe que lo van a matar al día siguiente en Parral y ahí comienza la historia, incluso, dos años después de muerto, lo decapitan, le cercenan la cabeza, profanan su tumba.
“Vemos a un Villa que está contando su vida, desde la inminencia de la muerte y luego desde la muerte, por eso el subtítulo: recuerdos póstumos de Pancho Villa”, dijo Palou, quien agregó que desde esa perspectiva, como novelista y al lector, permite encontrarse con un Villa mucho más íntimo.
“Está haciendo un ajuste de cuentas ante la muerte, ¿Quién soy?, ¿Qué hice?, ¿Cuáles son mis pasiones?, ¿Que fue la Revolución?, ¿Por qué fue traicionada?, ¿Quién perdió?, comentó el autor.
Esta obra en la que Palou reivindica a Pancho Villa, da cuenta de los momentos más importante de su vida o al menos, aquellos que para el “Centauro del Norte”, en el momento de la muerte son más significativos: su cercanía con Madero, la toma de Zacatecas; “cosas íntimas que casi desconocemos”.
Algunos de los aspectos que el autor presenta en este texto es la decapitación de Villa a cargo de dos soldados borrachos, quienes a dos años de su muerte, profanan su tumba para cortarle la cabeza y entregársela a un “gringo”.
“Luego sabemos de este momento triste, en el que no sabemos dónde quedo la cabeza de Villa. Se sabe que dos años después de muerto en 1925, se profana su tumba una madrugada, y dos soldados borrachos que no saben cómo se cercena un cráneo, con un machete sin filo, le cortan la cabeza y se la dan a un gringo.
“La especulación de los historiadores es que en ese momento, todo ese estudio anatómico como moda en el mundo, se deseaba saber si su cerebro era especial, es decir, donde estaba el gran cerebro militar de Villa”, explicó.
Sobre el cráneo de Villa, según Palou, un investigador de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey (Estados Unidos) lo pidió, y enseguida “un aventurero que vive en El Paso norteamericano se atreve a venir a sobornar a los soldados y pedir que les den el cráneo de Villa”.
“Lamentablemente hay gente que ha ido a Princeton a ver si está el cráneo, pero no está; no sabemos qué sucedió al final con su cabeza, pero lo que si es que se decapitó dos años después de muerto”, dijo.
Consideró que a Villa se le decapitó más por estudios, que como un trofeo; “de hecho estos soldado rasos que lo hicieron, uno de ellos se suicidó pronto, porque Villa ya era una leyenda, no solo muerto, sino en vida, a la que se le fueron superponiendo muchos mitos”.
“Se desconoce si se hicieron o no los estudios, pues la gente que investigó y que fue a Princeton, nunca encontró la cabeza. Anda como el jinete sin cabeza y para mí fue importante contar ese capítulo porque es desconocido”, detalló.
Otro de los aspectos que destaca el escritor en este libro es que su muerte no tuvo como autor intelectual a Álvaro Obregón, sino que fue producto de rencillas locales.
“Y nos damos cuenta de que su muerte no fue mandada por Álvaro Obregón, como se pensaba, sino que se trató de un grupo local, e incluso se sabe cuánto ganó cada persona de los sicarios.
“Fue un afrenta local, de familias ricas de Chihuahua que buscan ajustar cuentas con Villa. Es cierto que Obregón y Calles se hacen de la vista gorda, pero hoy sabemos las razones del asesinato desde el lado local”, refirió.
A lo largo de la ardua investigación realizada, el autor comentó que se encontró con “un Villa de carne y hueso, lleno de amores, rencores e ideales”.
Se trata de un trabajo en el que el lector se asombrará al descubrir que detrás del gran estratega militar estaba el hombre que “leía, era abstemio, creía en la educación, admiraba a Francisco I. Madero por quien lloró al enterarse de cómo murió y de su profundo amor y respeto por la mujer”.
“Era un gran patriota, un romántico que estuvo convencido que hay una utopía posible. Pues él, hizo un experimento social en Canutillo, llegó a tener 600 niños estudiando de rancherías y le pagó más que nunca a un maestro rural y siempre se nos ha pintado a Villa y los villistas que eran borrachos, cada vez que ganaban.
“Él era abstemio, odiaba el alcohol y Canutillo era el único territorio libre de alcohol de México; estaba convencido de la educación física, pues obligaba a los niños a nadar dos veces a la semana, hacían ejercicio, le importaba la educación y la salud, pero también la calidad de vida”, explicó Palou.
Para el autor, esta novela “no es una bibliografía corriente, sino un ensayo bibliográfico en donde se conocen varios aspectos desconocidos acerca de Doroteo Arango”.
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