Por: David Azar. Culturacolectiva.com. Los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne no se cansan de retar a su público, pues apenas hace unos meses regresaron a la pantalla con un drama muy cargado de tensión de la mano de Marion Cotillard, quien, por supuesto, deslumbró con su impecable interpretación.
Me refiero a Deux Jours, Une Nuit (Dos Días, Una Noche 2014), cinta estrenada en la prestigiosa selección oficial de Cannes del año pasado. Hagamos un rápido ejercicio de memoria para recordar lo consentidos que tienen a los hermanos Dardenne en el festival del sur de Francia; dos Palme d’Or por sus filmes Rosetta (1999) y L’enfant (2005), así como muchas otras incursiones incluyendo Le Fils (2002) y Le Gamin au Vélo (2011).
La maestría de los Dardenne habla por sí sola, resumida en su trabajo, y no pierden su magia en su nueva película. Deux Jours, Une Nuit sigue la historia de Sandra (Marion Cotillard), una esposa y madre desesperada que debido a un ataque de nervios se ha tenido que tomar unos días libres en su trabajo para después enterarse que sus colegas han cubierto sus turnos y ahora son recompensados con 1000 euros cada uno. El jefe de la fábrica ha llevado a cabo una votación en la que los colegas han elegido a favor del nuevo bono y en contra del regreso de su compañera de trabajo. Ahora Sandra cuenta con una nueva oportunidad (segunda votación) y un fin de semana para convencer a cada uno de sus 16 colegas de dejar a un lado su bono y entender su difícil situación.
La sencillez de la realización hace un contraste fuerte con el desarrollo de la historia y las actuaciones. Los Dardenne optaron por una puesta en escena austera donde se incluyen planos secuencia con cámara en mano, sin tanta complicación más que la intención de capturar y sostener las emociones de los personajes. No hay música en el filme más que la que los personajes escuchan en la radio de su coche; los personajes no van más allá de la familia de Sandra, sus colegas y su jefe. Un detalle muy interesante es la fotografía, a cargo de Alain Marcoen, principalmente ejecutada en exteriores donde se transmite un calor que se derrama en la protagonista, transmitiendo su cansancio y molestia. Curiosamente, la fábrica donde trabaja Sandra es de paneles solares. Es en este tipo de películas donde toda la fuerza se concentra en el guión y, por consecuente, en la audacia de las actuaciones.
Marion Cotillard nos ha sorprendido una y otra vez sin cesar; ha sido acreedora a numerosos premios, entre ellos el Oscar, el BAFTA y el César. Es decir, no es novedad que Cotillard nos apantalle con sus dones de interpretación. En esta ocasión me consta que se trata de algo muy diferente, un trabajo incluso más exigente para la actriz francesa. A diferencia de los muchos otros personajes que Cotillard ha interpretado, Sandra es un personaje muy complicado; es una mujer muy tensa, nerviosa, desesperada, en crisis, y cabe mencionar su adicción al Xanax. No son estas características las que hacen de Sandra un papel difícil de interpretar, sino que, teniendo en cuenta que la película tiene como línea de tiempo un fin de semana, es agotador ver cómo Cotillard tiene que mantener ese ritmo en todas y cada una de las escenas que abarca el metraje. No es por nada, la nominación al Oscar (segunda en su carrera) por esta actuación a Mejor Actriz.
Detalles más, detalles menos; la película deja caer todo su peso en el concepto de la empatía. Es agotador como espectador acompañar a nuestra protagonista en su encrucijada de ser rechazada con respuestas difíciles de articular. Cómo decirle a una persona que, por más que te pongas en sus zapatos y te compadezcas de ella, necesitas elegir tu beneficio. Aquí lo interesante es que no hay buenos ni malos, sólo situaciones incómodamente complicadas y sálvese quien pueda. Colega tras colega, Sandra va perdiendo la fe pero a la vez ésta va aumentando, una paradoja difícilmente apoyada por su marido, Manu (Fabrizio Rongione). El soporte que representa este personaje está presente en toda la cinta.
El final es de alguna manera un poco esperado, sin embargo, es de esos finales que nos dejan con el mejor sabor de boca a sabiendas de que otro hubiera sido tal vez incorrecto.
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