AFP. México rebosó de orgullo el domingo con el triunfo de Alejandro González Iñárritu Birdman en la gala de los Oscar pero, retirada la alfombra roja, se pregunta si ha significado la consagración de su cine o de una generación dorada empujada a emigrar.
González Iñárritu ganó los premios a Mejor Película, Mejor guión y Mejor dirección, sólo un año después de que Alfonso Cuarón hiciera historia consiguiéndo la estatuilla por Gravedad.
Afincado en Los Ángeles desde hace 12 años, González Iñárritu siguió el camino de sus amigos Cuarón y Guillermo del Toro, que también cruzaron “al otro lado” (como los mexicanos llaman a Estados Unidos) a inicios de la década de 2000 buscando una alternativa a las difíciles condiciones para hacer cine en México.
Los llamados The Three Amigos y Lubezki han visto reconocido su talento en la influyente industria estadounidense lejos de cualquier prejuicio y con películas rodadas fuera de su tierra natal, con millonarios presupuestos, y estrellas de Hollywood como Sean Penn, quien en la ceremonia le gastó una polémica broma sobre su permiso migratorio.
Limitantes de hacer cine en México
La lluvia de premios “es un reconocimiento a cineastas mexicanos en Hollywood. Por desgracia no trabajan en México porque los presupuestos del país no alcanzan para sus visiones”, considera el crítico y exdirector de la Cineteca Nacional de México (2006-2010), Leonardo García Tsao.
El afamado actor Demián Bichir, también afincado en Hollywood y nominado al Oscar por A Better Life (2011), coincide con que Estados Unidos ha sido un terreno de acogida y crecimiento para los mexicanos.
“El que es buen gallo donde sea canta. Iñárritu y Cuarón encontraron en Estados Unidos el nicho ideal para desarrollar sus ideas. Escogieron el sitio más competido en donde abundan los grandes cineastas y han explotado su talento universalmente”, dijo Bichir.
El diferencial de los mexicanos en Hollywood se encuentra en su “sello de autor” y en “una mirada crítica, un arrojo formal y una ambición artística que muchos otros cineastas en Estados Unidos no tienen”, estima García Tsao.
El atrevimiento, el tratamiento de temas muy presentes en la cultura mexicana, como la familia o la religión, y un gusto por la fantasía influenciado por la literatura del realismo mágico son también otros aspectos clave para su éxito, consideran los expertos.
Lejos y cerca de México
Si bien algunos mexicanos les achacan haberse desmarcado de la dura realidad del país, los directores han demostrado con gestos y hechos un compromiso personal más allá de sus películas.
González Iñárritu no se olvidó el domingo de sus compatriotas y, dedicándoles sus Óscars, hizo votos para que México tenga finalmente “el gobierno que merece”, al tiempo que pidió “dignidad y respeto” para los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos.
Hace unas semanas, el director firmó un manifiesto junto con Cuarón y Del Toro pidiendo justicia por la desaparición y presumible masacre de 43 estudiantes a manos del narcotráfico mientras que, en abril, Cuarón mandó una carta abierta al presidente Enrique Peña Nieto pidiéndole explicaciones por la reforma con la que abrió el nacionalizado sector petrolero a la iniciativa privada.
Con Hollywood rendido a Los Tres Amigos, el cine mexicano vive un momento especialmente dulce.
Más allá de las grandes producciones, una floreciente hornada de cineastas que reivindican lo autóctono y abordan temas espinosos como el narcotráfico o la migración en películas de corte independientes están siendo aclamados en los más prestigiosos festivales internacionales.
El último en hacerlo fue Gabriel Ripstein, que ganó la semana pasada el premio a la mejor ópera prima en la Berlinale (Alemania) por 600 millas, sumándose a los reconocimientos conseguidos el año pasado por Amat Escalante en Cannes (Francia) o Fernando Eimbcke en San Sebastián (España).
“Es un momento afortunado para el cine mexicano”, celebra García Tsao.
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