EFE.- El actor Diego Luna aseguró que la evolución que ha tenido el cine mexicano es “una clara muestra de que los límites los pone uno mismo”, en una charla en la que repasó la situación de la industria cinematográfica y sus experiencias en ella.
En una conferencia magistral impartida en la sede del Tecnológico de Monterrey en Ciudad de México, Luna argumentó que el objetivo del cineasta debe ser “crear un público” y no olvidarse de él.
“Hemos demostrado que hay voces en nuestro país, pero el día que conectemos con el público vamos a tener una industria poderosísima y la gente va a ir a ver historias con las que se pueden reflejar”, como sucede en otros países latinoamericanos como Brasil o Argentina, opinó.
Dicha conexión comenzó realmente, a su entender, con el estreno de “Sexo, pudor y lágrimas”, dirigida por Antonio Serrano, en 1999.
A partir de ese momento surgieron largometrajes que desataron una “corriente de ideas, de improvisaciones y de nuevos recursos”, expuso Luna, y añadió: “Había que mantener esa expectación en el público”.
También se refirió a la visibilidad que los cineastas mexicanos han tenido en las dos últimas entregas de los Premios Óscar -con Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu acaparando las estatuillas a la mejor dirección- y su exitoso paso por los festivales internacionales.
“El cine de Hollywood ha tenido que aceptar que vengan individuos a reinventar los procesos”, dijo, criticando la excesiva repetición de fórmulas usadas en Estados Unidos para producir filmes taquilleros.
Aunque el cine nacional ha “aprendido y crecido” hasta llegar a compararse con las industrias más potentes a nivel mundial, el actor reconoce que “todavía no tenemos el cine que nos merecemos”.
En ocasiones la industria mexicana se ha visto arrastrada por una filosofía en la que “no se vivía de vender boletos”, sino de recibir subvenciones, anotó.
Después de que su rostro se hiciera conocido por su participación en películas como “Y tu mamá también” (2001) o “Nicotina” (2003) y siguiendo lo que era para él una necesidad expresiva, Luna decidió dar el salto a la dirección, donde asegura haber “ido madurando”.
“Lo que encuentro dirigiendo no lo encuentro en otro lado”, sostuvo el actor, para quien el paso de un terreno a otro se dio de forma “orgánica” gracias al documental, género en que debutó con “J.C. Chávez” (2007).
Realizar documentales significó descubrir la importancia de la perspectiva, del “desde dónde filmas”, ya que en este tipo de trabajos “la historia sucede quieras o no grabarla”.
También aprendió en su labor como productor, con la que pudo descubrir las miradas de otros cineastas para entender lo que “faltaba” en la suya.
Aseguró que ambas facetas, actuación y dirección, son perfectamente compatibles y “se complementan muy bien”, siempre y cuando se sepa guardar la distancia necesaria.
“Actuar es esa parte infantil que no se debe morir nunca, pero dirigir es como dejar la adolescencia atrás”, acotó.
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