Notimex. Un diagnóstico de esquizofrenia y más de 30 años de reclusión en hospitales mentales de California no impidieron al migrante mexicano Martín Ramírez ser considerado uno de los grandes maestros autodidactas del siglo XX.
Su obra fue revalorada hasta después de su muerte y adquirió fama hasta 2007, cuando se organizó una gran retrospectiva en el American Folk Art Museum de Nueva York; luego vendría otra en el Museo Reina Sofía de España, ambas revalorando el quehacer artístico de este mítico artista marginal mexicano.
La semana pasada, el artista recibió un homenaje más, cuando el Servicio Postal de Estados Unidos presentó, en una ceremonia en la galería Ricco-Maresca de Nueva York, una edición limitada de estampas postales conmemorativas de su obra.
A 120 años de su nacimiento, que se cumplen mañana, Ramírez es recordado como un artista excepcional, que exploró una iconografía singular que alude a la extrañeza entre dos mundos, el origen de un México rural e indígena y el destino de Estados Unidos en pleno desarrollo industrial.
De acuerdo con información del American Folk Art Museum, “en sus dibujos se intuyen algunos elementos narrativos y autobiográficos con los que preserva su identidad y da sentido a un mundo interior y exterior en crisis”.
Su información biográfica señala que nació en Los Altos de Jalisco, México, en 1895. De origen campesino, amante del trabajo en el monte, tenía mujer y cuatro hijos, una pequeña parcela y un caballo cuando emigró a Estados Unidos en 1925, atraído por el sueño americano.
Se sabe que trabajó durante cinco años en las minas y el ferrocarril, pero en 1931 tras la Gran Depresión, se quedó sin trabajo y sin techo, lo que aunado a la ruina de su familia por la Guerra Cristera, generó o recrudeció su estado de confusión e incapacidad para comunicarse.
Fue ingresado entonces en un hospital mental con diagnóstico de depresión maníaca y esquizofrenia catatónica incurable.
Notas de la exposición en el Museo Reina Sofía, de España, señala que allí permaneció hasta 1948, cuando fue trasladado a otro hospital, donde continuó su creación, hasta su muerte en 1963.
En total se cuentan 32 años de producción artística realizada en total reclusión, de la que se conservan unos 450 dibujos.
Se dice que durante esos años apenas habló pero creó “un estilo artístico basado en estructuras lineales flexibles y elementos inspirados en las culturas mexicana y americana”.
Para los conocedores, sus dibujos son más un refugio que un modo de expresión y en ellos reitera de manera obsesiva una serie limitada de temas: túneles, un jinete a lomos de su montura, campos o vías de ferrocarril, con los que desarrolla una gama expresiva de lenguajes y formas. no obstante que vivió y trabajó aislado de cualquier corriente o información artística.
Fue Tarmo Pasto, profesor de Psicología y Arte en la Universidad Estatal de Sacramento, quien al quedar fascinado con su obra, intuyó su grandeza y comenzó a darla a conocer.
Hasta entonces, cuentan, Ramírez había peleado para salvar los dibujos de los celadores, que convencidos de que estaban infectados con los bacilos de la tuberculosis, registraban la celda para destruirlos.
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