Notimex. Llegué a este país por vez primera el 13 de octubre de 1957, para casarme aquí con Paul P. Kennedy, corresponsal del “New York Times” para México y Centroamérica. Después de vivir algún tiempo en Nueva York, Estados Unidos, en 1969 regresé para vivir definitivamente en esta tierra encantadora. ¿Por qué? Por su gente y por su gastronomía.
Las anteriores son palabras de la investigadora, escritora, conferencista y docente Diana Kennedy (Loughton, Essex, Reino Unido, 1923) cuyo nombre fue develado, con hermosa caligrafía, en la sala importante de la Biblioteca de la Fundación Herdez, en esta ciudad. En plenitud de facultades a sus 92 años, dijo a Notimex ser la mujer más feliz del mundo.
Entrevistada tras la ceremonia en la que se impuso su nombre al recinto bibliográfico, la autora de casi una docena de libros sobre temas relacionados con la gastronomía, cocina y alimentos mexicanos recordó que “en este medio siglo no pude establecer un negocio ni logré hacer dinero, pero sí tuve la oportunidad de viajar por toda la geografía nacional”.
Enfundada en coqueto traje de piel, con discreto maquillaje, y sobre todo, lucida y de excelente humor, Diana Kennedy comentó que recorrió pueblo por pueblo y no una vez, sino cada época del año que la naturaleza ha marcado para la siembra, cultivo y cosecha de las muchas variedades de chile en el país.
“Los viajes los pagué con mi propio dinero, pero esas experiencias me ayudaron a crear mi ranchito ecológico, donde todo lo que cultivo es orgánico”, dijo la entrevistada, quien al hacer una síntesis de medio siglo en México apuntó que hizo lo que pudo por mostrar a los mexicanos su cultura gastronómica. “Si hubiera tenido más dinero habría hecho más”.
Destacó que a lo largo de ese tiempo, ha tenido lo que pocas personas en el mundo: “El contacto con la gente del campo mexicano, con sus cocinas, sus alimentos y costumbres gastronómicas… eso no tiene un valor económico, por eso, lo que hice no fue sino algo personal, sin apoyos de ninguna clase; yo he visto el México que nadie ha podido ver”.
Para la entrevistada, el amanecer en la mixteca de Oaxaca, o en la frontera entre Tabasco y Campeche, por ejemplificar, “me han producido enormes emociones y eso, junto a todo lo que aprendí de la cultura popular mexicana que involucra su comida, dio origen a casi todos los libros que he escrito hasta ahora. Cada vez que puedo, viajo a esos lugares”.
Kennedy recordó que al llegar a México le dijeron que se ganara la vida barriendo y haciendo el quehacer doméstico. “Yo me revelé y dije que no, que yo mejor cocinaría y eso lo he consignado en algunos de mis libros, donde he publicado mi primer receta”.
Reconocida investigadora, ha recibido premios y reconocimientos como la Orden del Águila Azteca, del Gobierno de México (1981); la “Medalla de oro”, de la Asociación de Restauranteros de México (2000), y por unanimidad fue nombrada Miembro de la Orden del Imperio Británico por ampliar las relaciones entre México y el Reino Unido (2002).
Además, entre sus preseas más queridas, aseguró más adelante, tiene en una vitrina de su hogar el Molcajete de jade, que le otorgó en 1984 la Secretaría de Turismo (Sectur). De la misma manera, dijo apreciar enormemente el reconocimiento de la prestigiosa James Beard Foundation (2011) por haber escrito el considerado “Libro de cocina del año”.
Antes, Diana Kennedy fue objeto de un breve y sencillo homenaje en el que se impuso su nombre a una sala del mencionado recinto. No fue una placa como las que se estilan en estos casos, metálica y letras en relieve. Sobre la pared, con tenue plumada, se escribió “Sala Diana Kennedy”, inscripción que fue descubierta al retirar un paño color púrpura.
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