Madres mayas inician labores cuando aún reina el silencio de la noche

Written by Redacción. Posted in Estados, Minuto a Minuto, Noticias Destacadas

Published on mayo 09, 2015 with No Comments

madres mayasNotimex. El silencio de la noche aún reina sobre el Mayab, cuando Úrsula inicia sus tareas domésticas que deberán estar listas antes de que el primer transporte público del día salga del pueblo, para llevar mercancía que comercializa en esta ciudad.

Arropada con modesto hipil y rebozo, la “mestiza” se despide de sus hijos e hijas con la mirada, mientras carga en cada lado “sabucanes” (bolsas) repletas de frutas, hamacas, plantas medicinales, flores, recados o miel, así como la esperanza de vender para alimentar a sus hijos.

Desde un espacio un poco mayor a un metro cuadrado, Úrsula o “doña Meche” –sin querer dar su apellido- se confunde en el mercado San Benito entre naranjas “agrias”, rábanos, chile habanero, calabazas, col, cilantro, ruda y albahaca, mientras se alecciona a la vieja usanza, con el periódico en la meseta.

Durante 40 años “doña Meche” ha vendido sus productos en diversos espacios de los mercados municipales, antes lo hizo en el Lucas de Gálvez, ahora en el San Benito, al que alguna vez fue reubicada luego de ser vendedora ambulante y tras la promesa oficial que mejoraría su situación económica, lo que no sucedió.

Originaria de la comisaría meridana de Komchén, a 17 kilómetros al norte de Mérida, ríe ante la pregunta obligada: ¿Cuántos hijos tiene? y responde, “10, cinco hombres y cinco mujeres. Las muchachas de ahora ya no quieren ni tener tres, sólo quieren uno o dos, tienen miedo de muchos hijos”.

Nueve de sus hijos e hijas se han ido del hogar, queda una soltera “porque está enfermita, por eso vive conmigo” y por quien también debe continuar con su trabajo que inicia desde muy temprano, “para alcanzar el primer camión, de las 04:00 de la mañana”.

Viuda desde hace nueve años, señala con orgullo: “desde que pusieron su mano en su boca mis hijos también trabajan, y ahora ya mayores tienen familia que alimentar”, aunque la ayudan con algunas frutas o verduras que producen en sus patios.

“Más que la verdad, sale aunque sea sólo para comer y no como dicen otras compañeras que son ambulantes que no sale. Yo lo fui y sé que donde están ellas si se gana”, expresa mientras recibe unas cuantas monedas por la venta de chile “xcatic”, ajo y cilantro.

Ahorita te van a ver los candidatos para ofrecerte un kilo de frijol y otras cosas, pero yo prefiero venir a Mérida a trabajar y ganarme el dinero en vez de estirar la mano para que me den.

Hace mucho tiempo que vendo aquí. Mi mamá también era ventera en Los Portales, así que yo crecí aquí, aunque mis hijos no quisieron seguir con la venta y decidieron ser unos albañiles, obreros, por ejemplo.

En el mismo mercado está Emilia Baas Alonso que comercializa desde hace 20 años arreglos florales.

Originaria del municipio conurbado de Kanasín, “la Chela”, como le gritan sus compañeras, logró “con el comercio” sacar adelante a sus cinco hijas y un hijo, aunque años antes lo hizo mediante la venta de frutas y verduras en el mercado de su localidad.

Con la ayuda de mi esposo, que hace tres años falleció, pudimos sacar adelante a los “chamacos”, aunque no tuvieron estudios más que secundaria porque no teníamos mucho dinero, todos trabajan incluso una de mis hijas tiene su florería y le va bien.

No son muchachos malos, a veces me vienen a ver al mercado, aunque todos viven en Kanasín, igual que yo pero todos en sus casas con sus familias.

Para Emilia será la tranquilidad de la noche del próximo 10 de mayo cuando “todos se juntan en la casa y festejemos. Ellos saben que esta es la época de venta y hay que aprovecharla porque luego bajan y hay muchos gastos de la casa que hacer”.

Mientras tanto, en su pasillo estrecho y entre continuos empujones, María del Carmen Matú López evoca que desde hace cuatro años ocupa el mismo espacio donde a diario oferta todo tipo de plantas medicinales, árboles frutales y aquellos que “dan sombra”.

Originaria de Tekantó, a unos 70 kilómetros de Mérida, Marí llega desde muy temprano al mercado porque “la gente ya me conoce y me busca para hacer encargos de plantas” y también para vender cuando es posible, algunas de la hamacas que la familia urde.

“Hace tiempo vendía hamacas, los muchachos las hacían y las salía vender. Así nos ayudamos y un día una señora me preguntó si no quería vender aquí, me dijo que probara que si me gustaba me quedara y pagara al municipio y estoy contenta”.

El Sol matiza su rostro moreno que contrasta con su hipil blanco, pintado a mano, lo que para los conocedores definen a una mujer indígena muy humilde, aunque orgullosa de su actividad.

Una a una nombra a las plantas frutales que tiene, lo mismo sucede con las medicinales, muchas de ellas con nombres mayas, ante el asombro de un cliente incapaz de repetir de nueva cuenta como fueron llamadas.

“Hoy estoy muy contenta porque ya salió la venta. Traje una hamaca para vender y desde tempranito la vendí. Yo digo que me va bien, con que salga lo de mi pasaje y de mi comida diaria, son como unos 100 pesos y un poquito más para llevar a mis hijos”.

Argumenta que vende plantas porque “desde siempre me ha gustado vivir de la tierra. Antes que yo me casé, cuando estaba muchacha, tenía en la puerta de mi casa mis cubetas llenas de flores y el patio de mi casa y cuando me casé, pues también a mi marido le gusta esto de las plantas”.

Él a las 08:00 de la mañana entra a trabajar en las casas ricas (al norte de Mérida) y en la tarde me viene a buscar y nos vamos a la casa con los muchachos; uno de ellos es el que urde, el otro trabaja y la muchacha “es la que se dedica a la casa”.

Su esfuerzo no sólo le ha permitido aportar a la economía de la casa, sino también lograr importantes ahorros gracias a sus conocimientos de herbolaria y que ha tenido que emplear en sus hijos.

En el pueblo pues no hay doctor, entonces tienes que aprender a utilizar las plantas, “lo que aprendes de tu mamá, de las señoras grandes y que con eso curas a tus hijos, a tus vecinitos”.

El 10 de mayo la paso con mis hijos, ya planearon que me van a hacer y que ese día luego del trabajo, vamos a comer sopes o ´picza´ y yo les digo que eso no es comida, que no llena, pero que lo que ellos quieran.

Yo lo que quiero ese día es que me regalen pastel, me gusta mucho aunque no haya comida, no sé porqué pero me gusta mucho y más si es de chocolate. Yo creo que me lo van a comprar pero si no, no importa lo único que quiero es estar con ellos.

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