Notimex. Hace 155 años nació Isaac Manuel Francisco Albéniz y Pascual, niño prodigio al piano, que con el tiempo habría de convertirse en uno de los compositores españoles más importantes del siglo XIX.
Su legado sigue vivo en las nuevas generaciones, en manos de intérpretes como el español Juanjo Mudarra, quien acaba de presentar un disco en Jaén con lo más desconocido de la música de Albéniz, para el quinto volumen de la colección de clásicos españoles de Naxos.
Según declaraciones de Mudarra, reproducidas en un diario local, se trata de piezas que compuso entre 1881 y 1892, cuando tenía entre 20 y 30 años, cuando Albéniz todavía no había llegado a la madurez ni entrado en contacto con las influencias del impresionismo”.
Albéniz nació en Camprodón, Girona, el 29 de mayo de 1860. Su padre fue quien descubrió su prodigio y le organizó su primer concierto público en el Teatro Romea, Barcelona.
El portal especializado en literatura “epdlp.com”, señala que tenía ocho años cuando la familia se trasladó a Madrid, donde Albéniz estudió piano y solfeo en la Escuela Nacional de Música y Declamación (Real Conservatorio).
No obstante, a los 13 años huyó de su casa, se embarcó de polizón y trabajó como pianista en varios países latinoamericanos.
La aventura concluyó al poco tiempo y en septiembre de 1875, gracias a una beca del rey Alfonso XII, se matriculó en el Conservatoire Royal de Bruselas, con el pianista húngaro Franz Liszt y el compositor nacionalista español Felipe Pedrell, éste último lo animó a utilizar la música popular española como inspiración para sus futuras composiciones.
Sus biógrafos marcan 1883 como el año en que contrajo matrimonio con Rosina Jordana, una de sus alumnas de piano, con quien tuvo cuatro hijos.
Sobre su obra, destacan el estilo nacionalista que se percibe en “Suite española” y “Recuerdos de viaje”, cuyos partituras son evocaciones musicales de diversas ciudades y regiones españolas.
También escribió varias piezas vocales durante este período, entre las que destaca una colección de cinco canciones basadas en las rimas del porta y narrador español Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870).
Cuentan que en 1893 se estableció en París, donde recibió clases de Vincent d’Indy y entró en contacto con un grupo de compositores de la vanguardia europea, entre los que se encontraban Claude Debussy (1862-1918) y Gabriel Fauré (1845-1924), quienes influyeron de forma decisiva en su moderna técnica compositiva.
El teatro musical también fue de gran interés para el compositor de “Pepita Jiménez” (1893), su primera obra de importancia, realizada expresamente para la opereta “El ópalo mágico”, que se estrenó en el Lyric Theatre de Londres en 1893, según su perfil biográfico publicado en el portal de Internet “cvc.cervantes.es”.
Los conocedores resaltan que en su música para piano se pueden distinguir tres épocas: la primera, que abarca desde sus composiciones de juventud hasta 1880, cuando son piezas de carácter romántico e intimista, influidas claramente por la música de salón. Entre las principales piezas de dicha etapa cabe citar sus siete sonatas para piano y los “Seis pequeños valses”.
Su etapa nacionalista española se abre con las cinco piezas que integran los “Cantos de España”, la mayoría de las composiciones de esta segunda etapa están inscritas en la corriente de tintes andaluces denominada “alhambrismo”, caracterizada por la profusión de ritmos de danzas populares y de elementos del cante jondo.
Mientras que la tercera etapa posee resonancias impresionistas, en parte fruto de sus viajes a París y de la amistad que le unió a compositores como Debussy, máximo representante del impresionismo musical francés.
Su obra principal de esta última época es “Iberia”, una síntesis de diversos estilos musicales que debe mucho a la escritura virtuosística para piano de Franz Liszt (1811-1886), con ciertos ecos guitarrísticos.
Admirada por músicos como Debussy, la influencia de esta partitura sobre otros compositores nacionalistas españoles, entre ellos De Falla y Granados, fue decisiva.
En los últimos años de su vida, Albéniz vivió por temporadas en París, Tiana y Niza, aunque frecuentemente se ha descrito su relación con su amigo Money-Coutts, de quien recibió el generoso e incondicional apoyo que le permitió vivir desahogadamente, recibir tratamiento médico y dedicar sus últimas energías a terminar “Iberia”.
En 1909 su estado de salud empeoró y lo obligó a trasladarse a Cambo-les-Bains, en la costa atlántica de los Pirineos franceses, donde murió el 18 de mayo por una dolencia renal conocida como Bright.
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