Notimex. Interesado en que las nuevas generaciones conozcan el legado y la calidad humana de un hombre único en su tiempo, el periodista Pablo Espinosa escribió “El canto de aeda. Testimonio de Carlos Montemayor”, en el que comparte anécdotas sobre el escritor, investigador y luchador social mexicano.
Analista, propulsor de las lenguas indígenas, tenor, traductor y poeta, Montemayor (1947-2010) además fue un ser extraordinario, un hombre divertido, seductor, cálido, sensible, solidario, con una capacidad de asombro sorprendentemente singular, aseguró su viuda, Susana de la Garza, durante la presentación del volumen.
En la Sala Manuel M. Ponce, Espinosa, de la Garza y Victoria Montemayor, hija del autor recordado, evocaron la figura de quien en la etapa final de su vida se dio permiso de compartir sus dotes como cantante.
Espinosa habló del escritor y traductor pero también de ese gusto casi reprimido por la música y del whisky, que tanto le gustaba; anécdotas de los viajes realizados, su infancia y otras particularidades.
Es un libro con magia, añadió el periodista cultural, quien al escribirlo buscaba develarlo ante las nuevas generaciones, que lo conocieran y supieran que hay un modelo a seguir, el de alguien que contribuyó a hacer este mundo mejor.
“Estamos en un cambio de era donde se están yendo las generaciones de los grandes y no vemos el relevo generacional, aquí está el relevo generacional y la posibilidad del futuro”, señaló Espinosa.
“La vida con Carlos fue una gran experiencia, me enseñó a respetar la tierra, a reconocer otras culturas, a disfrutar las cosas más sencillas, compartimos nuestro amor por la sierra y su gente”, recordó por su parte la que fuera su mujer.
En su oportunidad, Victoria Montemayor compartió uno de los principales recuerdos que guarda de su padre, que fue justamente cuando presentó en la misma Sala Manuel M. Ponce el álbum “El último romántico”.
Fue una tarde llena de anécdotas en la que Carlos Montemayor cantó. Así como cuando recibió el Premio Fundación México Unido a la Excelencia de lo Nuestro en 2007, a lo que dijo “por supuesto como había música, mi papá se puso a cantar en las escaleras que llevan a la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, con su vasito de whisky en la mano, que mi padre no soltaba”.
Ignacio Solares, escritor y dramaturgo, aseveró que “El canto del aeda. Testimonio de Carlos Montemayor, es un libro donde Carlos está vivo”.
También se refirió a su concepto de la amistad, “porque la amistad como en la que creía Carlos es una fuerza profunda que afirma y reafirma la vida, la amistad nos hace crecer y nos engrandece”.
El libro es un testimonio de la amistad que prodigaba Carlos Montemayor con el autor. Es un trabajo de cariño y gratitud por parte de su gran amigo y discípulo, con quien le unía una de las más grandes pasiones: la música. Ésta fue su más grande amor, que incluso nació antes de su amor a las letras.
De acuerdo con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), en “El canto del aeda. Testimonio de Carlos Montemayor” también se combinan crónica, reportaje, entrevista y relato memorioso de las andanzas del autor con Carlos Montemayor, en una faceta no tan conocida para el gran público, pero que sus amigos disfrutaban en la intimidad de tertulias inolvidables.
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