Fue Paul Groussac figura del ámbito cultural argentino

Notimex. El historiador, escritor y periodista de origen francés Paul Francois-Groussac, quien murió el 27 de junio de 1929, se convirtió en una figura del ámbito cultural argentino de finales del siglo XIX y principios del XX.

Nacido en la ciudad de Toulouse, Francia, el 15 de febrero de 1848, realizó sus primeros estudios escolares en su país, aunque “una desobediencia” le llevó a abandonar ese país, de acuerdo con la página www.bn.gov.ar.

De esa forma, llegó a Argentina en febrero de 1866, a los 18 años de edad, y tras instalarse en Buenos Aires comenzó su camino en la literatura argentina, al cultivar géneros como la poesía, el cuento, la novela, el tratado histórico y la crónica de viaje.

En 1870 se le nombró profesor de matemáticas en el Colegio Nacional, donde conoció a José Manuel Estrada y a Pedro Goyena. En la Revista Argentina publicó su primer trabajo: un estudio sobre Espronceda, según el sitio www.escritoresclasicos.com.

Un año después, el escritor es invitado a viajar a Tucumán, pueblo que adoptó y donde forjó con vocación autodidacta su estilo literario que a la postre derivó en una extensa producción que permeó la cultura argentina y que le permitió alternar con políticos e intelectuales.

Entre ella destacan: “Ensayo histórico sobre el Tucumán” (1882), “Santiago de Liniers” (1887), “Les Îles Malvinas” (1910 y 1936, en español), “Mendoza y Garay” (1916), “El Congreso de Tucumán” (1916), “Estudios de historia argentina” (1918).

También publicó “Fruto vedado” (1884); “Relatos argentinos” (1922), “La divisa punzó” (1923), “Cahiers des sonnets”, “Del Plata al Niágara” (1897) y “Crítica literaria” (1924), entre otras más.

De acuerdo con el portal www.biografiasyvidas.com, Paul Groussac fundió su espíritu francés con el alma argentina y fue un escritor con visión crítica, un investigador sagaz que influyó poderosamente en sus coetáneos y en las generaciones posteriores.

Por herencia francesa, uso giros sintéticos y precisos para llegar a la belleza y a la claridad de su prosa, además organizó sus ideas respecto al espíritu criollo, trabajó con entera dedicación en la cátedra, polemizó en los círculos literarios y en los medios cultos para convertirse en uno de los más notables historiadores argentinos.

En enero de 1885, el presidente Julio A. Roca, lo nombró director de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñó hasta su muerte el 27 de junio de 1929.