Notimex. La expectativa por la presentación de Plácido Domingo en las Fiestas de la vendimia, fue cumplida a cabalidad cuando el tenor español logró conectar con los asistentes, que por miles llegaron al Valle de Guadalupe.
El cantante no regateó sus dotes y desde el inicio del concierto, al filo de las 19:15 horas, saltó al escenario, sobrio, entero, como tiene acostumbrado a su público y vestido con un traje negro, entonó la pieza “Nemico della patria”.
Con los asistentes puestos de pie, Plácido Domingo hizo alarde de su voz, deleitando a su público, que tampoco le regateó el reconocimiento, aplaudiéndole desde su salida al escenario, hasta que concluyó esa pieza, a la que le siguieron otras.
La tarde-noche del sábado, con el clima cuasi perfecto de 32 grados centígrados, Plácido Domingo y su público conectaron, en un romance operístico en el que el tenor español vertió las piezas clásicas de su repertorio.
La participación del cantante era el marco adecuado para que la casa vitivinícola anfitriona, inaugurara el Foro de Santo Tomás, rodeado por viñedos cargados del fruto de la vid, que justo en estas fechas inicia con sus fiestas de la vendimia.
“Gracias por su cariño tan grande, espero que no les haya resultado muy largo el programa”, dijo Domingo al concluir su presentación operística e iniciar el retiro, mientras recibía de manos de unos niños, ramos de flores en muestra de cariño.
“Ha habido un poco de todo, operas musicales, zarzuela, opereta”, dijo al momento de preguntarle a su público que si quería que se retirara. Obviamente, el público le otorgó un frenético ¡no! De cualquier manera, el tenor español se encaminó a los camerinos.
Luego de unos segundos, y en respuesta a la solicitud del público que pedía su retorno al escenario, el cantante los complació, todavía vestido con su traje negro, para cantar con todo el sentimiento “Bésame mucho”, coreada por la concurrencia.
Entonces se enfiló a los camerinos y en su lugar llegó un mariachi que con “El son de la negra” enmarcó la presentación de un ballet folclórico, lo que resultó un entremés, mientras Plácido Domingo mudaba su vestuario, por un traje de charro.
Vestido de esa manera, Plácido Domingo retornó al escenario cantando “Paloma querida”, en tanto que en la pantalla que servía de fondo, los productores habían puesto la bandera de México.
Con las fibras del público tocadas por el sentimiento de las interpretaciones de Plácido Domingo, el tenor español entonó otro de los éxitos de José Alfredo Jiménez (1926-1973), “Ella”, de la que dijo fue la primera canción mexicana que aprendió.
El clímax de su conexión con el público la alcanzó con otro de los éxitos del compositor guanajuatense, José Alfredo Jiménez, “El rey”, ya que logró que le hicieran el coro a lo largo de la canción y hasta se dio el lujo de adecuarla a su periplo.
“Una piedra en el camino, me enseño que mi destino… De Ensenada a Tajín, de Tajín a Los Angeles, era rodar y rodar” y el público entregado, y coreando “con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley”.
No contento con la entrega que el público ya le tributaba, en ese momento, el tenor español pedía, con sus manos, una mayor interacción “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”, con los asistentes de pie.
Como a manera de relajamiento, el cantante español concluyó su presentación con “El día que me quieras”, éxito de Carlos Gardel (1890-1935), que le sirvió para bailar, y decir a la concurrencia que era un charro-gaucho.
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