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La tiranía o la corrupción son males endémicos de la cultura latinoamericana. Desde la época de la conquista, no fue la mejor estirpe la que descendió de los barcos españoles para apropiarse de los territorios. Los pueblos fueron exterminados, esclavizados y en el mejor de los casos desterrados de sus propias tierras para convertirse en dueños de nada más que su propia vida.
A más de 400 años de la conquista, hemos avanzado poco en mejorar la situación económica y política de las clases sociales más desprotegidas. Se han publicado un sinfín de análisis y documentos sobre los pueblos o lenguas indígenas sin que se obligue a la administración pública a velar por los intereses de éstos para garantizarles un futuro más próspero y menos degradante.
La elección del pasado domingo a nivel interno de Acción Nacional entre Javier Corral y Ricardo Anaya, dio de qué hablar no sólo por el margen ridículo con que ganó el segundo (85-15), sino por la dificultad que atraviesa el partido de convocar a panistas ordinarios sin tener que recurrir a prácticas políticas ajenas a sus principios.
El acarreo, la compra de votos e incluso la represión, fueron tema de discusión el día de la elección en estados como Monterrey, DF, Puebla y Chihuahua. En estas entidades se puso en juego el pellejo de algunos funcionarios públicos con aspiraciones para el 2018, pero de igual forma fue muy notorio que la sociedad se involucra cada vez menos en los comicios pese a la retribución económica que reciben de forma ilícita por elegir a cierto candidato.
Medios de comunicación de todo el país aseguraron que el precio de voto por Ricardo Anaya rondaba en unos 200 pesos y que gracias a ésto el padrón había logrado un crecimiento inimaginable con nombres y direcciones falsas, lo que al final demeritaría en todos los sentidos la campaña de Corral frente a la maquinaria prianista del “Chico Fantástico” como algunos le llaman al ahora líder del PAN.
Probablemente una gran mayoría aplauda la victoria de Anaya, lo que sería una calamidad moral para cualquier persona, ya que el triunfo no favorece a ningún panista real activo ni mucho menos a los jóvenes ansiosos por afiliarse al blanquiazul. Esta elección interna mostró que las filas o liderazgos de Acción Nacional se encuentran infestadas de personajes con ideas y corrientes diferentes a las del partido, lo que demuestra la existencia de un plan estratégico para hundir a uno de los entes más importantes en la lucha por la consolidación democrática a través de sus propias bases.
Fue curioso encontrar comentarios violentos de grupos juveniles a favor de Anaya en redes sociales, puesto que si hoy en día existe una responsabilidad de replantear el adoctrinamiento del PAN es porque ésta recae en los frentes de Acción Juvenil. Sin embargo, todo indica que el blanquiazul se quedó sin esencia y líderes con calidad moral, quedan temas pendientes para este partido como la guardería ABC, las afiliaciones masivas y el desvío de recursos en el Congreso, por lo que el mandato del nuevo Presidente no será sólo un camino de rosas. Un camino que parece más un territorio plagado de sueños y esperanzas perdidas a punto de terminarse.
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