Se cumple un año de la muerte de la diva italiana Magda Olivero

Notimex. Como una mujer brillante, cuya impresionante voz la llevó a pisar los más emblemáticos escenarios del bel canto en el mundo, es recordada la diva italiana Magda Olivero, quien dejó de existir el 8 de septiembre de 2014.

Tenía 104 años, 98 de haber iniciado sus estudios de piano cuando apenas tenía seis y su potente voz y capacidad para recordar de memoria los textos de las novelas, hicieron que sus padres la llevaran a tomar clases de canto con los mejores maestros.

Sus esfuerzos, cuentan sus biógrafos, pronto rendirían frutos, pues bajo la batuta de Luigi Gerussi, educó su voz y debutó en Torino en 1932. Su talento era innegable y tan solo un año después la llevó a la prestigiada Scala de Milán.

Una biografía publicada en el diario italiano “La República” refiere que en 1941 contrajo matrimonio con el industrial italo alemán Aldo Busch, lo que la retiró de la escena cerca de una década, pero regresó en 1951 con la ópera Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea, que habría de convertirse en su interpretación más emblemática.

A partir de entonces, el éxito la acompañaría en cada una de sus presentaciones, siempre en ascenso.

Cuentan que fue en 1967 cuando debutó en Estados Unidos, con Medea di Cherubini, pero su consagración llegaría cuatro años más tarde, cuando canta “La voce umana”, de Poulenc, en la New York Philarmonic Hall y en 1975, ya con 65 años a cuestas, con la Tosca de Puccini, en el Teatro Metropolitano de la Gran Manzana.

Olivero se retiró de manera definitiva en 1981, con la misma pieza en Verona, pero en 2010, a los 99 años, dio una muestra más de su grandeza, al presentarse en el Palazzo Cusan de Milan, para cantar un aria de Francesca da Rimini, de Zandonai.

A su muerte, ocurrida el 8 de septiembre de 2014, en Milán, el diario español El País la recordó como una de las voces míticas del siglo XX, tanto por sus capacidades y técnica vocales como por su desbordante talento dramático.

Olivero, recordó, había nacido en Saluzzo, cerca de Turín, el 25 de marzo de 1910.

Los coliseos de Roma, Nápoles, Venecia y Florencia fueron solo algunos de los teatros que la acogieron durante su carrera, a lo largo de la cual interpretó papeles como el de Manon (Manon Lescaut), Mimi (La bohème), Elsa (Lohengrin), Liù (Turandot), Violetta (La Traviata) y Cio-Cio-San (Madama Butterfly).

Según el crítico Paolo Issotta, fue la técnica “de la vieja escuela” (Ricci) tan perfecta que poseía, la que le facilitó mantener una longevidad vocal excepcional.