AFP. Actriz, fotógrafa y cineasta alemana, Leni Riefenstahl es recordada por haber roto infinidad de esquemas y aportado al cine experiencias innovadoras, no obstante su vinculación con la ideología nazi.
Mañana se cumplen 12 años de su muerte, luego de una vida dura que la llevó a prisión, a ser despojada por algún tiempo de sus pertenencias, e incluso al manicomio, donde, cuentan, fue tratada con electroshocks, en busca de “desnazificarla”.
Una biografía suya publicada por el sitio español “uhu.es” señala que nació en Berlín, el 22 de agosto de 1902, e inició su carrera como bailarina desde muy joven, pero una lesión en el menisco la dejó fuera de los escenarios.
Años después se relacionó con el director Arnold Fank, con quién protagonizó varias películas, entre ellas “El Monte Sagrado”, pero su mayor aporte fue que aprendió sobre el manejo de cámara.
Según el citado texto, “El acorazado Potemkin” fue la película que la impulsó a dedicarse al cine por completo, y le fue tan bien que estuvo a punto de llegar a Hollywood, sin embargo, no quería limitarse a la actuación y para 1932 dirigió su primera película: “La luz azul”, situada en Los Alpes, que le valió ser premiada en Venecia y le dio fama internacional.
La resonancia de su éxito llegó a Adolfo Hitler, que aún no llegaba al poder cuando pidió conocerla; poco después, gracias al doctor Goebbels, se convertiría en la cineasta favorita del régimen, para el cual hizo los documentales “La victoria de la fe” y “El triunfo de la voluntad”.
Este último obtuvo el Premio Nacional de Cinematografía, la medalla de oro en la Bienal de Venecia, y medalla de oro también en la Exposición Universal de París en 1937.
Más adelante, con “Olimpiada”, una epopeya sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, obtuvo no solamente el gran reconocimiento del gobierno y pueblo nazi, sino que además fue premiada con gran éxito de público y crítica con un León de Oro en el Festival de Venecia.
Para ese momento, mientras otros cineastas se expatriaban o eran sumamente restringidos, Leni Riefenstahl tuvo a su disposición todo tipo de recursos, tanto económicos como técnicos, para la filmación de “Tierra Baja”, para la cual construyó en Alemania una aldea de estilo español.
Su suerte habría de cambiar antes de concluir la filmación, pues al finalizar la guerra fue detenida e interrogada por el ejército estadounidense; su casa y todas sus posesiones, entre ellas las copias de sus películas, fueron confiscadas.
Se defendió como pudo y tras ser liberada por los estadounidenses fue reaprehendida por una guarnición francesa en El Tirol. También, señalan, se le recluyó durante tres meses en un manicomio, en el que se le aplicó electroshocks para “desnazificarla”.
Al final de varios juicios fue de alguna manera reivindicada, considerada solo simpatizante y no militante del partido nazi, con lo que pudo recuperar parte de sus pertenencias, sobre todo sus rollos de película, entre los que se encontraba el material de “Tierra Baja”, que logró concluir 20 años después de iniciada.
Leni viajó por África y se impresionó con los atléticos cuerpos de “Los Nuba”, a los que se obsesionó con filmar y no obstante los riesgos, se lanzó a la aventura por Sudán, a los 60 años, y en las condiciones más adversas. Sus imágenes dieron vuelta al mundo.
En compañía de Horst Kettner, en 1968, se adentró en territorios desconocidos y filmó a varias tribus que nunca habían tenido contacto con el mundo de occidente.
Su culto al cuerpo en forma de imágenes fotográficas y filmadas, sirvió a sus críticos para indicar sus evocaciones de la ideología nazi, de ahí que desde mediados de los años 70 borró al ser humano de sus tomas y se dedicó a captar arrecifes de coral.
El resultado fue “Impresiones bajo el agua”, que realizó con 97 años y presentó en el 2000, ya con 100 años.
Entre los hitos que rompió están el haber aprendido submarinismo a los 72 años y haberse lanzado en paracaídas a los 90. Su muerte sobrevino el 8 de septiembre de 2003.
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