Notimex. Una calle en el norte de la capital colombiana se ha convertido en un exclusivo sector donde se pueden conseguir antigüedades del siglo XVI, verdaderas joyas apetecidas por colombianos y extranjeros.
Bogotá es el eje de los anticuarios en Colombia; hoy comprar antigüedades se ha convertido en una forma de inversión, porque a medida que pasa el tiempo, el objeto no pierde valor y por el contrario, se cotiza y aumenta su costo comercial.
Cuando se visita uno de estos sitios comerciales, en la Calle de los Anticuarios, como se conoce este sector del norte de Bogotá, se tiene la sensación de estar frente a una exposición de arte, donde el tiempo está congelado y se destaca la memoria histórica de una familia, de una comunidad, de una región o de una nación.
Algunos negocios se especializan solo en un solo producto como juguetes antiguos, muebles, objetos del Art Deco, camas de bronce, relojes de pulso y figuras religiosas.
Otros coleccionan muñecas antiguas de porcelana, cámaras de fotografía, máquinas de coser y escribir y grabados. En Bogotá, hay alrededor de 46 anticuarios, aproximadamente.
A los anticuarios los visitan quienes tienen sensibilidad, quienes reconocen el patrimonio artístico y tienen cierto conocimiento por la historia del arte.
Los precios de las antigüedades pueden ir de 10 a 25 mil dólares, es decir, hay joyas para todos los gustos del coleccionista, del hombre de negocios, o para un comprador ocasional.
Una de las piezas que impacta por su belleza en este pequeña calle es un ángel en mármol de Carrara del siglo XVII, que pesa tres toneladas y mide 1.80 metros. Esta obra tiene clientes muy especiales que además de la sensibilidad por el arte, tienen el poder adquisitivo para invertir en esta imagen.
El arte del anticuarismo es realmente un sentimiento, una cultura, un conocimiento, una formación, un respeto y -para muchas personas- es casi un culto, sobre todo cuando se trata de pinturas y figuras religiosas.
La Iglesia católica durante los siglos XVII y XVIII incentivó el arte religioso en la época de la Colonia, lo que llevó a los artistas a pintar Santos al óleo, elaborar tallas en madera, cobre, plata y oro que aún se conservan en las iglesias, catedrales y museos. Estos últimos eran los únicos autorizados para exponer estas piezas.
El anticuarista religioso y artista plástico Jorge Janna, en entrevista con Notimex, reconoció que “los objetos religiosos antiguos son magia, pasión, siento una gran sensibilidad y llena mi espíritu. Para ingresar en este mundo, se debe tener la formación y el conocimiento adecuado para reconocer el siglo del objeto”.
“Un ejemplo claro -insistió Janna- es saber distinguir lo valioso del objeto y el tiempo de la figura religiosa con solo observar los ojos. En los siglos XVI y XVII los ojos eran planos y en madera, mientras que en los siglos XIX y XX los ojos son de vidrio”.
Janna sostuvo que a él no le preocupa cuando una pieza se le queda sin vender por años, “porque cada año que pasa, vale más. Es por eso, que en los años 50 del siglo pasado, nace el anticuarismo como profesión”.
En Colombia entre 1950 y 1960, según Janna, nace la tendencia “de lucir objetos antiguos en los hogares lo que daba poder y distinción. Sin embargo hoy, a pesar que este estilo en el diseño de interiores ha cambiado, cada hogar conserva un objeto antiguo por el valor sentimental de un ser querido y porque es un goce estético”.
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