En febrero del 2007, un impetuoso Nicolas Sarkozy convenció a millones de personas de que él – un hombre ambicioso que fue abandonado de niño por su padre húngaro – rompería con el pasado, pondría fin al desempleo crónico y restauraría el sentimiento de orgullo para Francia.
Su atractivo empezó a desvanecerse a horas de su victoria en las elecciones el 6 de mayo, mientras celebraba con jefes corporativos y estrellas del pop en un vistoso local nocturno y fijaba un tono presidencial que muchos franceses vieron como demasiado llamativo, impulsivo e incluso vulgar.
Considerado ahora como el presidente más impopular de Francia, Sarkozy está detrás del socialista Francois Hollande en los sondeos de opinión para los comicios de abril y mayo, en un momento crítico para Europa.
A Sarkozy le va a costar recuperarse a tiempo para tomar fuerza antes de la votación, cuyo resultado bien podría influenciar en una reforma económica en Francia y en toda el área del euro.
Asesores dicen que cuando lance su campaña en los próximos días, el presidente ofrecerá disculpas por no haber mantenido sus promesas – desbaratadas por la crisis de deuda -, pero que insistirá en que es la mejor persona para reanimar la economía francesa. Defenderá las reformas para impulsar la competitividad y reducir el estado de bienestar.
Pero eso podría no ser suficiente para superar un desagrado visceral hacia Sarkozy entre muchos votantes, aún en su propio campo conservador, un problema que pesa demasiado sobre su imagen, según dicen miembros de su círculo más cercano.
Sarkozy se ha esforzado por borrar la impresión de que es impaciente, insistente, inquieto y brusco.
Pero la pasión con la que muchos franceses lo vilipendian es enorme y sugiere que el aura ganadora que lo rodeaba el 2007 podría haberse desvanecido.
Aunque su estilo práctico de gobernar le valió aplausos durante la crisis financiera del 2008 y el levantamiento en Libia del año pasado, su gestión de los ministerios y unos modales poco vistos en Francia se han convertido en desventajas, dicen asesores. El ministro del Interior Claude Gueant, uno de los más leales al presidente, lo reconoció en una entrevista en televisión a comienzos de febrero.
“Es verdad que el 2007 la gente sentía un impulso afectivo hacia Nicolas Sarkozy. En el curso del tiempo se ha creado un déficit de afecto”, dijo Gueant.
UN PRESIDENTE POCO PRESIDENCIABLE
Sarkozy llegó al poder con promesas de alcanzar los niveles de pleno empleo para finales de su período y elevar el poder de consumo. Prometió romper con el estancamiento de los últimos años de Jacques Chirac.
Impulsó una alabada reforma en la educación superior el 2009 que le dio a las universidades más autonomía y a finales de 2010 elevó la edad de retiro en 2 años a 62 años. También eximió de impuestos a las horas trabajadas por sobre las 35 semanales para alentar el empleo.
Pero temiendo el caos social no cumplió con las reformas estructurales, dejando intactos el sistema de bienestar social y un rígido mercado laboral que ha dejado a las firmas francesas cada vez menos competitivas y contribuyó a un déficit comercial récord por 70.000 millones de euros el 2011.
Sarkozy fue alabado por mostrar liderazgo durante la crisis financiera del 2008, pero criticado por permitir el aumento del déficit fiscal, lo que dejó a las finanzas públicas tan vulnerables que Standard & Poor’s recortó el mes pasado la calificación de crédito de Francia por primera vez.
El presidente anunció una serie de medidas para reducir los costos laborales sobre compañías elevando los impuestos a las ventas.
“El hecho de que se esté apresurando esas reformas ahora, en el peor momento de la crisis de la zona euro, significa que no puede usar la crisis del 2008 como excusa por no realizarlas antes”, dijo el economista Jacques Attali.
Cuando Sarkozy asumió el cargo, la economía crecía a un 2,1 por ciento y el desempleo estaba en un 8 por ciento. En su mandato, en medio de la crisis global, la expansión ha bajado a cero mientras que la tasa de desempleo está en un máximo de 12 años de un 9,3 por ciento.
Además de las débiles cifras económicas, la mayor barrera de Sarkozy para la reelección podría ser su estilo personal, una gran razón tras el índice de desaprobación de un 68 por ciento.
La escritora Yasmina Reza, que lo acompañó durante su campaña en el 2007, destacó una inquietud infantil, su incapacidad de estar solo y una obsesión con preguntar: “¿Me viste? ¿Estuve bien?”.
Poco después se filtraron mensajes de texto revelando una vida privada de telenovela cuando su segunda esposa estaba por dejarlo y luego empezó un publicitado romance con la cantante y modelo Carla Bruni. Los paparazzis los fotografiaron en lugares como Disneyland París, Jordania y Egipto.
A un año de haber sido electo, dos tercios de los encuestados en sondeos tenían una opinión negativa de él, un récord en esa etapa.
Asesores dicen que en general Sarkozy desea hacer las cosas por sí mismo, aunque cedió a la presión de su partido para que anunciara su candidatura presidencial a mediados de febrero, antes de lo que quería, y probablemente en el contexto de un exitoso acuerdo de rescate para Grecia.
En una entrevista esta semana con la revista de tendencia derechista Le Figaro, Sarkozy prometió reformar el sistema educacional y hacer que los desempleados trabajen por sus beneficios.
Además, endureció el tono sobre la inmigración, diciendo que restringiría los procesos para quienes busquen asilo y para los extranjeros que postulen a una vivienda y otros beneficios.
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