Héctor Barragán Valencia. Hay muchos mitos acerca del porqué México ha tenido un pobre crecimiento económico en los últimos 30 años. Algunos de ellos son: la condición monopólica de Telcel en las telecomunicaciones; los elevados precios de la energía, particularmente la electricidad; la ampliación de la economía informal, etcétera. Sin duda, el monopolio de Tecel sí incrementa sus ganancias y las altas tarifas eléctricas inciden en mayores costos de producción, pero no hay ningún estudio serio (ni el que la OCDE ha publicado) que pruebe una correlación directa entre estos fenómenos y el bajo crecimiento de la economía.
Para entender el aletargamiento de la producción económica del país hay que considerar factores como la pobre integración entre el sector maquilador y la industria nacional; que México compite contra China por el mismo mercado de manufactureras; un exiguo financiamiento al sector productivo; una pobre inversión pública con respecto del PIB; una hacienda pública paupérrima y que gasta muy mal; inexistencia de políticas industriales; y que la política económica se reduce a mantener baja la inflación sobrevaluando al peso.
Mientras que Corea del Sur y la propia China han integrado al sector maquilador con sus industrias locales, México ha rechazado dar ese paso, y no ha negociado acuerdos de complementación ni de transferencia de tecnología; tampoco ha desarrollado conglomerados productivos. La competencia de México por los mismos mercados que China tiene dos desventajas: 1) sus costos de mano de obra son más altos y no brinda apoyos fiscales ni cambiarios; y 2), el predominio manufacturero chino se manifiesta como caída de precios de estas mercancías y encarecimiento de las materias primas, sector en el que las exportaciones mexicanas, salvo el petróleo, son irrelevantes, a diferencia de Brasil que se beneficia del incremento de estos bienes.
Asimismo, el crédito al sector privado ha caído constantemente durante los últimos 20 años, en parte efecto de la desregulación a la banca que le permite cobrar tasas de interés de usura, y porque vive de las rentas del Fobaproa-IPAB, y en parte consecuencia de la destrucción de la banca de desarrollo. En cuanto a la inversión pública como proporción del PIB, en México cayó de 10% en los años ochenta a sólo 3%, frente a tasas de 25% en China y de 16% en Estados Unidos. Este fenómeno es efecto de una pobre hacienda pública, que para colmo gasta mal y premia a la corrupción.
Por último, México carece de política industrial y cambiaria que fomente tanto a la industria como al campo, y que favorezca la formación de cadenas productivas en vez de la importación. Por eso no crecemos.
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