Notimex.- En escuelas públicas promueven la práctica de los juegos y uso de juguetes tradicionales, tales como el trompo, balero o tinjoroch, porque estimulan destrezas y convivencia social, y como consecuencia favorecen su conservación entre las nuevas generaciones.
Con 40 años de experiencia como juguetero, en los que ha visto la casi extinción de estos juegos en las principales ciudades, Orlando Pinzón Álvarez celebra la promoción en las escuelas de los juegos tradicionales, pues también son espacios de convivencia social.
Las generaciones actuales, afirma, han olvidado nuestras tradiciones y no “hablo sólo de los juguetes tradicionales como el trompo, el balero, la kimbomba o de los juegos como el brinca burro, los tamalitos a la olla, sino de formas de buena conducta que nos enseñaban nuestros padres”.
Esa pérdida de cultura la vemos en prácticas tan simples como en saludos: buenos días, buenas noches, tome asiento, que decíamos aun cuando no conocíamos a las personas, pero hoy vemos a los niños y jóvenes metidos en sus tabletas, teléfonos y juegos electrónicos sin importarles nada.
Para el juguetero -cuyo negocio en el mercado de Mérida es uno de los pocos que aún prevalecen con juguetes de madera, pero a los que ha sumado otros de plástico y baterías para poder subsistir- en algún momento existió el riesgo de perderse el uso de los juguetes tradicionales.
Para nosotros ha sido bueno que en se pida en las escuelas (públicas) juguetes como el trompo, pero que estos no sean de plástico sino de madera, así como de otros como la kimbomba o el balero, cuyo uso es más sano y permite a quienes los practican ser más ingeniosos, mayor destreza y sobre todo convivir.
Si comparamos estos con los juegos modernos (electrónicos) y el Internet, pues tenemos que son juegos que no te harán perder la vista, además te ayudan a tener un razonamiento lógico y mejorar el trabajo del cerebro.
Un ejemplo es la kimbomba, -juguete de madera en forma ovalada el cual puede elaborarse con un palo de escoba con las puntas más delgadas y el centro redondo-. Esta forma permite al jugador pegarle una primera vez para elevar el juguete y un segundo golpe lanzarlo lo más lejos posible.
El jugador contrario tratará de recibir la kimbomba, si lo logra contará como dos out, pero de no poder hacerlo, una vez que ha caído la ha de lanzarla al palo de bateo para tratar de pegarle y hacer un out, pero si cae sobre el palo y se mantiene sobre él, también contará como dos outs.
Pero cuando el lanzador falla, el que batea de nueva cuenta le podrá pegar sin que el equipo contrario intervenga. La distancia a la que ahora lanzó la kimbomba la medirá según el tamaño del palo de bateo, de acertar o de ser aceptada por el contrario, este número de “palos” se irá sumando y ganará el que más acumule.
En el caso del tinjoroch, es una corcholata aplanada o una figura circular plana y en cuyo centro se hacen dos orificios por los cuales pasa un hilo que se hace girar hasta crear tensión, lo que provoca que con movimientos ligeros se estira y encoje sin dejar de girar.
Por lo general, con este juguete tradicional gana quien más tinjoroches hagan girar al mismo tiempo o del tiempo de duración de los giros de los mismos.
Entre los juegos tradicionales se encuentran el caza venado. Se integran dos equipos de cinco personas y es muy similar al beisbol, aunque sólo se recorren tres bases.
Y para tener el out, es necesario recibir la pelota -de plástico suave y de tamaño similar a una de softball- o pegar con ella al contrario seguido de la frase cazado venado.
Quienes practican este juego por lo general tienen destreza para el softball o el balón mano, además de desarrollar destrezas matemáticas porque calculan mentalmente fuerza, distancia, dirección, además de físicas tanto para correr como para evitar que les pegue la pelota cuando corren y no ser cazados.
Y es que Pinzón Álvarez ve en los juguetes otras ventajas que no ofrecen los juegos electrónicos: el precio.
“Los juguetes tradicionales además de ser sanos son muy baratos, por ejemplo un trompo te cuesta 15 pesos al igual que un balero, mientras que una kimbomba 20 pesos”.
Por su parte, Ángel Chi Cat, encargado de la tienda “La Ranita Feliz”, también ubicada en el llamado “mercado grande” de esta capital, los juguetes tradicionales tienen un mejor futuro gracias a su revitalización oficial.
Al trompo, el balero y la kimbomba se suman otros como el yoyo y el tirahule (resortera), así como otros como carritos, caballitos de madera, tablitas mágicas, incluso ábacos, entre otros que asegura resultan una sorpresa para muchos niños y jóvenes.
Desde hace dos años, vemos que se ha ido incrementando la demanda de los juguetes tradicionales y de madera, por ejemplo las marionetas, las guitarritas o los tambores que se habían olvidado de ellos.
Su lucha contra los juegos electrónicos se suma también su desventajosa competencia contra los juguetes de plástico y de baterías chinos.
Para nosotros el que nos pidan más kimbombas, trompos, baleros y yoyos es bueno, pues debemos de pensar que esto representa más trabajo para las personas que los elaboran y que prácticamente ya no podían vivir de esta actividad.
Y es que “La Ranita Feliz” además de comercializar juguetes tradicionales se ha visto en la necesidad de complementar sus ventas con una amplia diversidad de artesanías.
La gente de la ciudad y los turistas son lo que más demandan estos juguetes. Tenemos gente del interior del estado, pero son las de Mérida los que más han estado comprando trompos, o las pelotas de hilo.
Creo, continuó, que es importante que podamos enfocar nuestros esfuerzos en inculcar nuestras tradiciones a los muchachos, no solo hablo de los juguetes, sino también de los juegos, que son mucho más sanos y que nos permitían convivir con nuestros primos y hacer grandes amigos para toda la vida.
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