Muy Interesante.- Ponte en las hojas de una planta carnívora. Tienes que atrapar jugosos insectos y gusanos para alimentarte, pero no puedes moverte. La evolución ha solucionado el problema dotando a estos vegetales de aromas irresistibles para sus presas, que acuden como moscas a la miel y se posan en mitad de la trampa. Segunda dificultad: si no tienes ojos ni olfato ni sentido del tacto, ¿cómo sabes que la cena está servida? Para eso, la sabia naturaleza ha puesto en las trampas de las plantas carnívoras unos pelillos sensibles que actúan como un gatillo que dispara el mecanismo de caza que apresa al pobre bicho en cuestión.
Sigamos: ¿y cómo decide la planta cerrar sus “mandíbulas” y comenzar a excretar el cóctel de enzimas que disolverá a su víctima y le permitirá digerirla? Muy sencillo: hace cálculos.
1, 2, 3… ¡acción!
Esta es la conclusión a la que ha llegado un equipo internacional de científicos, que ha desvelado los secretos de caza de la venus atrapamoscas (Dionaea muscipula) en un trabajo publicado en la revista Current Biology. Los investigadores han descubierto que esta planta carnívora calcula cuántas veces toca un insecto su “órgano capturador” antes de decidir cerrar este y comenzar su lenta digestión.
Los investigadores aplicaron estímulos electro-mecánicos a la dionea, para que esta creyera que una presa se había posado en su trampa, y observaron lo que sucedía. El primer contacto de la víctima con los pelillos sensoriales de la planta activaba el mecanismo de captura, pero no lo disparaba. Podríamos decir que la atrapamoscas se ponía en guardia. El segundo contacto desencadenaba el cierre de la trampa, y los posteriores intentos del insecto por escapar solo servían para “excitar” más a la depredadora.
Con el quinto toque, las glándulas de la superficie de la trampa vegetal se lanzaban a producir enzimas digestivas y sustancias capaces de transportar nutrientes. La suerte estaba echada.
Según uno de los autores del trabajo, Rainer Hedrich, de la Universidad de Wurzburgo (Alemania), “el número de contactos informa a la planta del tamaño y potencial nutritivo de la presa que lucha por liberarse. Esto permite a la venus atrapamoscas valorar si merece la pena la caza”. Hay que tener en cuenta que la planta carnívora consume una gran cantidad de energía para digerir a sus víctimas, tanta que solo le merece la pena rematar el proceso cuando el botín es lo suficientemente suculento.
Ahora, Hedrich y sus colegas van a secuenciar el genoma de la venus atrapamoscas, con el fin de averiguar más sobre los mecanismos sensoriales y químicos de las plantas carnívoras, y conocer cómo han evolucionado a lo largo del tiempo.
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