Muy Interesante.- Pues aunque parezca mentira, no: si nos damos una ducha fría, el cuerpo intenta compensar el cambio brusco de temperatura y aumenta la sensación de sofoco.
Un duchazo helado obliga al organismo a compensar la repentina bajada de temperatura para recuperar los 36,5 grados centígrados que, por término medio, le corresponden a nuestro organismo para cumplir con sus necesidades fisiológicas.
Y este proceso, que implica un gasto de energía, se acompaña de una mayor sensación de calor. Dicho de otro modo, lejos de refrescarnos, nos sofoca. De hecho, antes de tomar esta drástica medida, expertos como el neurocientífico australiano Robin McAllen, del Florey Institute of Neuroscience and Mental Health, recomiendan beber una taza de té caliente en los peores días de la canícula. Porque un brebaje humeante estimula la sudoración, el mejor mecanismo con el que cuenta el cuerpo humano para refrigerarse, como explica la periodista Elena Sanz en el Extra Preguntas & Respuestas nº 36 de Muy Interesante.
Aunque el agua fría sí es recomendable para recuperarse tras realizar ejercicio intenso. Después de correr o montar en bicicleta, por ejemplo, un baño de veinticuatro minutos a entre 10 y 15 grados centígrados ayudará a que se recuperen tus músculos, según un estudio que publicaba el New England Journal of Medicine.
Y si quieres perder peso, una inmersión a baja temperatura también puede ser tu aliada, ya que se ha comprobado que activa la grasa parda o grasa buena, la encargada de quemar calorías para generar calor.
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