Notimex.- Por ser uno de los representantes del muralismo mexicano y por dejar un importante legado en el terreno de la creación de instituciones educativas, el pintor José Chávez Morado es recordado hoy a 108 años de su nacimiento.
El grabador, promotor y asesor cultural innovó la pintura con la experimentación de nuevas técnicas y solía decir que lo que más le gustaba del muralismo era su contacto permanente con el espectador.
“Los murales son obras hacia las que el público tiene la misma actitud que a veces tenemos con los miembros de nuestra familia o con amigos muy cercanos: a fuerza de verlos y convivir con ellos parece que no los tomamos en cuenta, pero lo cierto es que están ahí y que sin ellos nuestra vida sería distinta”, señalaba.
Reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1974, Chávez Morado, nació el 4 de enero de 1909 en Silao, Guanajuato. Fue hijo de Luz Morado y del comerciante José Ignacio Chávez, recordó la Secretaría de Cultura federal.
Tras concluir sus estudios en la escuela primaria “Niño Nati”, Morado comenzó a trabajar en la Compañía de Luz de su ciudad natal; mientras que el interés por el paisaje mexicano, lo descubrió cuando colaboró en Ferrocarriles Nacionales de México.
A los 16 años el muralista consolidó su inclinación a las artes plásticas cuando emigró a los Estados Unidos, donde tomó clases nocturnas de dibujo en la Chouinard School of Art.
Luego de su regresó a México y en 1934 se inscribió en la Escuela Central de Artes Plásticas, donde el pintor Francisco Díaz de León le impartió clases de grabado; Bulmaro Guzmán de pintura y Emilio Amero de litografía.
En la entrevista “José Chávez Morado para todos internacional”, que el cronista Carlos Monsiváis le realizó al artista éste comentó que para él, el realismo no existía y que buscaba apoyarse en lo que veía.
“Creo que todos los muralistas hemos usado mucho el rebote. Le pegas a la historia, la usas como referencia al presente, y de ese modo metes a veces críticas de contrabando. Pero si el público no capta esas referencias, entonces se habla no de un realismo sino más bien de símbolos, de figuras o de lenguajes convencionales; pero realismo, realismo, no ha existido nunca”, expresaba.
En la misma charla, Chávez Morado mencionó que se relacionó con los símbolos creándolos. “Encuentro el gran caudal de símbolos en lo prehispánico, y en general en la historia mexicana. Mi pretensión es acudir a su fuerza, a su don de permanencia, aunque al respecto no me hago ilusiones. Cualquier simbolismo de una época pierde luego su vigencia”.
De este artista se dijo que nunca se encerró en una torre de conceptos políticos y sociales, sino que logró una pintura equilibrada, gozosa y fuerte mediante la sobriedad y economía de medios. En vida, la crítica de arte Raquel Tibol, señalaba que la obra pictórica de José Chávez Morado era intensa, legítima y profunda.
Mientras que para Teresa del Conde, Chávez Morado fue un pedagogo y promotor cultural consumado. “A Chávez Morado hay que recordarlo, entre otras cosas, como xilógrafo y litógrafo de excelencia y como diseñador de programas de alcance masivo; sirva como ejemplo el que implantó en la Escuela de Diseño y Artesanías del INBA. Estaba obsesionado con la valía de las artesanías auténticas”, apuntó en un texto.
Chávez Morado fue impulsor de la corriente de integración plástica, además de promotor cultural y fundador de varios museos en Guanajuato.
En su honor se abrió el Museo Olga Costa-José Chávez Morado, en la que fue su casa en la capital de su estado natal, inaugurado en 1993, ubicado en una antigua noria, Pastita No. 158, Torre del Arco, y que fuese una casa habitación de los maestros.
Junto con su esposa, la pintora Olga Costa, Chávez Morado decidió donar, en 1975, su colección de arte prehispánico al Museo Regional de la Alhóndiga de Granaditas y la de arte colonial y popular al Museo del Pueblo de Guanajuato.
El miembro fundador del Salón de la Plástica Mexicana (1949) e impulsor de la corriente de integración plástica, José Chávez Morado falleció a los 93 años, el 2 de noviembre de 2002 en Guanajuato.
Tras dejar sus cenizas en jardín del Museo Olga Costa-José Chávez Morado; durante el 31 Festival Internacional Cervantino en 2003 se montó la exposición “José Chávez Morado: Dibujo y grabado en papel”; y “José Chávez Morado: En memoria”, en el Museo de Arte Moderno.
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