Agencia.- En Nuevo Mundo, una comunidad zacatecana en el municipio de Ojocaliente que depende en su mayoría del pastoreo de cabras, Pyrosmart, una empresa dedicada a la producción de explosivos y materiales pirotécnicos emplea a alrededor del 30% de los no más de 600 habitantes de la localidad. Ellos, dice Alejandro Mantecón, fundador y director, elaboran piezas a diario que terminan en manos de empresas y organismos estadounidenses como Walmart, la NASA, el FBI y Disney.
La compañía que inició el padre de Mantecón en 1960 manufacturaba explosivos para la minería y la construcción. Sin embargo, el empresario de 55 años decidió darle un giro en 2009 para incursionar al segmento de la pirotecnia con productos de consumo industrial, personal y de entretenimiento.
Según registros de la American Pyrotechnics Association, las ventas derivadas de estos dos últimos superaron los 1,000 millones de dólares en 2015 en Estados Unidos, una cifra que para el emprendedor y sus socios Lourdes López y Ernesto Norman, significaba una oportunidad en el mercado de exportación.
“En México la pirotecnia es pirotecnia y está asociada con las ‘palomitas’, pero en el plano internacional va más allá de los fuegos artificiales y entra a otros terrenos con mucha tecnología de por medio”, dice el ingeniero industrial. Tras estudiar el sector, descubrieron que la ecología y seguridad era prioridad, “algo que este ofrece poco y en lo que nosotros nos enfocamos”, argumenta.
En su división de negocio industrial, la empresa fabrica el Pyroblast, un dispositivo de fragmentación de roca que ayuda a controlar las demoliciones en áreas sensibles como minas, vialidades, autopistas o infraestructura urbana. Además de que reduce los decibeles y la velocidad de detonación, es eco-friendly por la ausencia de nitrato de amonio, un elemento que suele contener un explosivo convencional.
Este producto es el más importante para Pyrosmart, ya que le genera el 72.6% de las ventas totales de la compañía y es el único que enfoca al mercado mexicano. Actualmente lo utilizan 200 clientes entre mineras y constructoras como Frisco, Peñoles e ICA.
Sólo la australiana Green Break Technology y Nomex en Sudáfrica producen algo similar al Pyroblast. En México, sólo se enfrenta al martillo hidráulico.
Sin embargo, el 90% de su manufactura se exporta al mercado estadounidense con la producción de las luces de bengala Sparklers, que a través de su asociación en 2014 con la empresa TNT Fireworks distribuye a las tiendas de Walmart en el país vecino. Sus productos compiten contra la producción masiva de Vietnam y Malasia.
También produce un cerillo eléctrico, que por medio de un censor se activa y puede iniciar cualquier acción que sus clientes -como el FBI y la NASA- requieran en el campo militar, aeroespacial o de entretenimiento.
Pyrosmart produce cinco millones de piezas anuales que exporta a 12 países, como Londres, donde fueron utilizados para iniciar los fuegos artificiales de la inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos en 2012, mientras que en los parques de Disneylandia se utilizan a diario.
La empresa, que facturó 49 millones de pesos (mdp) en 2015, se coloca como una de las tres mejores fabricantes de cerillos eléctricos a nivel mundial, junto con la australiana FOTI Fireworks y la francesa Davey Bickford.
A prueba de copias
Mantecón asegura ofrecer una pirotecnia “más lean y verde”. Por ello tiene patentado el desarrollo del Pyroblast y de un generador de gases que aún no lanza al mercado. Actualmente está en vías de obtener otra patente pero de carácter internacional para las bengalas, ya que su proceso de manufactura no utiliza agua, como normalmente ocurre.
Para Iván Zavala, director de Desarrollo de Industria de IT para la Fundación México-Estados Unidos para la Ciencia, su negocio es ejemplar desde la parte social y de negocio, pero si quiere continuar como uno de los líderes del sector deberá mantenerse a la vanguardia.
“Cuando logras propiedad intelectual existe el riesgo de caer en zona de confort y el tener una patente no te garantiza permanencia en el mercado”, afirma. “Un día la NASA, por ejemplo, podrá imprimir sus propios cerillos con una impresora 3D, por lo que el emprendedor debe estar en constante evolución”.
Nota del editor: Este artículo fue publicado en la edición 1203 de la revista Expansión.
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