Redacción. Un redoble profana el silencio en la sala. Los azules ojos retadores de Alex DeLarge irrumpen, la pestaña postiza, el sombrero negro de bombín. Se abre la toma de la clásica película La naranja mecánica; los blancos maniquíes y el vaso de leche aparecen, junto a la pandilla de drugos en el Korova Milkbar.
Al mismo tiempo asciende la obertura de La urraca ladrona, de Gioachino Rossini. Esta vez no estamos en la butaca de un cine, sino ante la Orquesta Sinfónica Nacional. La música transporta a la pantalla.
Es una probadita del espectacular concierto dedicado al cineasta Stanley Kubrick y el magistral uso en sus películas de las notas de cuerdas, vientos, metales y percusiones de compositores clásicos, fragmento que se pudo observar en un ensayo antes de los dos conciertos que José Luis Castillo dirigirá en el Palacio de Bellas Artes, la noche de este viernes y el mediodía del domingo.
Se hizo una gran selección, de muchos estilos y muchas épocas, desde Georg Friedrich Handel, quien es barroco, hasta György Ligeti, autor contemporáneo, explicó Juan Arturo Brennan, quien participará será el presentador de las 11 piezas que integran el programa: Béla Bartók, Dmitri Shostakovich y Wolfgang Amadeus Mozart son algunos de una decena de autores convocados a la gala de cine en el máximo recinto cultural del país.
Son algunas de las piezas más significativas que utilizó de obras prexistentes de música de concierto. Lo que vamos a hacer es cubrir muchas de las películas tardías de Kubrick, en la época de su vida cuando utilizó música clásica, con gran variedad de estilos, dijo el colaborador de La Jornada en un descanso de la orquesta, entre los laberintos que se esconden detrás del escenario.
Labor pionera
Stanley Kubrick no fue el primer cineasta en utilizar música clásica para el cine, pero fue el mejor, sostuvo Brennan, experto musical, sobre el escenario, como parte de la narrativa que acompañará las notas orquestales. Sin embargo, sí fue el primero que nos hizo abrir tremendamente los ojos a la mejor forma de hacerlo; fue un pionero en la selección y colocación de música, añadió.
El compás 53, por favor, pide un minucioso y dedicado director artístico José Luis Castillo, llamando a los metales y maderas, en una orquesta numerosa acomodada en penumbras, apenas iluminada por el fulgor que se extiende desde lo alto al fondo del escenario. Ya sea la emoción vertiginosa de Guillermo Tell, también de Rossini, la pomposidad de la Marcha del Idomeneo, de Mozart o la delicadeza de Friedrich Händel en su Sarabande, transportan hasta las escenas bellamente en sincronía con lo mejor del cine del siglo XX, en este concierto titulado Stanley Kubrick: música de las películas.
Las escenas violentas de profanación de las víctimas en sus propias casas, gracias a los compases orquestales, se convierten en perfectas danzas de blancos trajes, sombreros negros y un bastón. Es la mezcla de la música con las imágenes del cineasta estadunidense que impactaron al mundo en 1971.
Además de La naranja mecánica, el público revivirá al irlandés Barry Lyndon, al fúrico escritor de El resplandor, la vida de pareja de Ojos bien cerrados, así como la obra de ciencia ficción 2001: odisea del espacio. Escenas en video acompañan a la música; esa es la idea; que el público escuche y recuerde algunas imágenes significativas de estas películas.
La feroz evolución de la humanidad transcurre apenas en un par de minutos en la obra maestra de Stanley Kubrick, de 1968, con una de las entradas más memorables. Las borbollantes cuerdas, un susurro interrumpido por la sonora trompeta, mientras se manifiesta el poderoso sonido del timbal, simplemente ya no es el amanecer de Así hablaba Zaratustra, de Richard Strauss, sino que se ha transformado en una futurista Odisea en el espacio.
Juan Arturo Brennan señala que “2001: Odisea del espacio fue la película que puso a todos a pensar de una manera muy seria sobre los alcances de un buen ejercicio de musicalización en el cine”.
Con las obras de Strauss, Ligeti y Khachaturian esa banda sonora, con temas clásicos, se convirtió en asunto mítico en la historia de la música de cine, opinó el especialista.
“Desde que apareció la película prácticamente nadie puede escuchar las piezas sin remitirse a las imágenes. Es muy difícil escuchar el poema sinfónico de Strauss sin pensar en Odisea del espacio, o el vals del Danubio azul sin recordar el ballet de planetas, naves y estaciones espaciales.”
Lo interesante, en opinión de Juan Arturo Brennan, es que lo más importante está cubierto. Es decir, la música va muy bien con las imágenes. En muchas de las piezas que eligió Kubrick hay significados profundos, conceptuales, narrativos, poéticos y filosóficos que complementan muy bien la simple unión de imagen y música. Esto es lo que hace muy rica la experiencia.
(Con información de La Jornada)
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