EFE. Un fragmento de la Biblia de Gutenberg, un Monet de 11,4 millones de dólares o el único libro de Matisse calientan hoy los motores de Tefaf, una cita imprescindible para amantes y coleccionistas de arte que solo los más privilegiados pueden apreciar en primicia antes de su apertura oficial.
Aunque abre sus puertas mañana, los compradores invitados por las cerca de 300 galerías internacionales presentes en la feria de artes y antigüedades más consolidada del mundo han atravesado hoy la puerta a este paraíso artístico de valor incalculable, que recorre 7.000 años de historia a través de más de 30.000 piezas.
Las compañías de seguros cifran en 2.000 millones de euros (2.100 millones de dólares) el valor estimado del conjunto expuesto este año en Tefaf, que cumple treinta años.
Una magnitud mastodóntica no exenta de rigor y exclusividad, pues todas las piezas pasan por un comité de más de 200 expertos, divididos por arte y período, entre los que se encuentra la española Mónica Piera, especializada en mueble antiguo y presidenta de la Asociación para el Estudio del Mueble.
Hasta pocos minutos antes del cierre final de la muestra, algunas piezas son eliminadas por “dudas”, que pueden abarcar desde cuestiones técnicas hasta su autenticidad, un estricto proceso que busca luchar contra la opacidad del sector y dar transparencia y confianza a los compradores.
“Ante la duda, la pieza se queda fuera”, explica Piera a un grupo reducido de medios, entre ellos Efe, como componente de ese comité de expertos encargado del “análisis exhaustivo” de las piezas que puede llevar a vetar, incluso a última hora, obras ya impresas en el catálogo.
Entre un sinfín de piezas deslumbra un acantilado de Monet, “Falaise à Varengeville”, que la galería londinense Richard Green destaca entre su colección y pone a la venta por 11,5 millones de dólares.
También lucen un temprano Van Gogh, “La iglesia nueva y casas antiguas en La Haya”, de 1883 y a un precio de 2,37 millones de dólares, o el “Paisaje invernal con patinadores” de Pieter Brueghel que compró Hitler en 1942 por 5.000 florines (16 euros), fue restituido a su dueño por el Gobierno holandés y hoy está a la venta por 2,3 millones de dólares.
Muchas de las piezas de Tefaf cuentan con una historia única, no solo cuadros o esculturas sino también objetos cotidianos, desde la “tazza” española renacentista del siglo XVI, una copa de plata que una familia bávara pone a la venta por 126.000 dólares, hasta un espejo de Isabel II, que al parecer le regaló su hermana, la duquesa de Montpensier, el día de sus respectivas bodas.
Otras piezas destacadas son un buda tibetano del siglo XIV, valorado en más de un millón de euros, dos cerámicas de Delft negras -una rareza de la que hay menos de sesenta piezas en el mundo, inspirada en la porcelana china- o una delicada casa de muñecas del siglo XVII, construida dentro de una vitrina holandesa y decorada con 200 miniaturas de plata, valorada hoy en 1,84 millones de dólares.
También hay reliquias para coleccionistas de libros antiguos, que encontrarán una de las piezas más cotizadas en el Libro de Josué de la biblia de Gutenberg, el primer libro impreso de la historia, entre 1452 y 1452, que expone en Tefaf su fragmento más largo en manos privadas, trece páginas, y estimado en 2,1 millones de dólares.
Quinientos años más tarde, el pintor Henri Matisse escribía e ilustraba “Jazz”, a sus 74 años, convaleciente de un cáncer y rebosante de creatividad, un ejemplar de brillantes colores, alegre y poético a la venta por 506.000 dólares, realizado con su técnica de los “cut outs” o “gouaches découpés”, montajes con recortes de colores.
Un viaje en el tiempo para coleccionistas ávidos de arte en un mercado al alza para los galeristas y marchantes, frente a la caída que sufrieron en 2016 las casas de subastas, de casi un 19 %, lastradas en parte por la voluntad de los compradores de permanecer en el anonimato.
La cita está abierta también a los grandes museos y fundaciones de todo el mundo, que, aunque suelen tardar más en concretar la compra por cuestiones burocráticas, pueden adquirir obras custodiadas bajo llave, a menudo rescatadas de almacenes polvorientos o castillos privados, que, por suerte, pueden así convertirse en accesibles para resto de los mortales.
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