EFE. Crear una ballet nacional propio, que no se limite a copiar a las grandes potencias y abrace a todas las razas es, desde hace años, la obsesión del exbailarín sudafricano Dirk Badenhorst (Potchefstroom, 1969), un sueño que pasa por Cuba.
Esta ambiciosa idea guió su empeño en su años de director del Mzansi Ballet y es el objetivo de su nuevo proyecto, que consiste en formar profesores en los antiguos guetos negros de Sudáfrica para atraer a los más pobres y marginados a esta danza reservada desde siempre a la gente bien.
Badenhorst ha encontrado para su empresa unos aliados perfectos, que él cree insustituibles: la escuela de ballet cubano y los profesores de la isla que cada año trae a esta punta de África para enseñar en zonas deprimidas y en barrios acomodados, el estilo de élite que mejor le viene a la demografía de Sudáfrica.
“La razón por la que he elegido Cuba es que los cubanos han desarrollado el método ruso Vaganova en un sistema de formación que incluye a todas la razas, a negros, blancos y mestizos”, explica a EFE Badenhorst, cuya meta es fundar una compañía de ballet nacional que dé expresión a su filosofía.
La creación de esta compañía de Estado -que ahora no existe en Sudáfrica- es el último estadio de un proceso de centralización en la formación de bailarines, que debe poner fin a la dispersión de escuelas y ya está en marcha bajo la tutela de profesores cubanos como María de los Ángeles Torguet Quintanilla.
“Nuestro trabajo es enseñar a estos profesores hasta que tengan un nivel suficiente para enseñar ellos mismos”, cuenta sobre este plan para multiplicar conocimientos Torguet, que trabaja en la academia Vicentina de la Torre de Camagüey.
Torguet imparte una de sus clases semanales en un centro social del antiguo gueto negro de Soweto, en Johannesburgo. Una veintena de futuros profesores sigue sus instrucciones en una expresiva mezcla de inglés y español bajo la mirada de Badenhorst y la de su hija Airén, otra de las profesoras del proyecto.
“Nunca habían hecho ballet, y muchos eran profesores de danza folclórica o contemporánea”, relata la profesora, que empezó su tercera visita a Sudáfrica en febrero y regresará a su país en noviembre, cuando será sustituida por otro profesor cubano.
Dos años después de que echara a andar, el proyecto de Badenhorst tiene adiestrando a decenas de profesores locales, que a su vez enseñan ballet a más de 500 jóvenes alumnos.
Una de estas nuevas profesoras es Nthabiseng Segoe, residente en Soweto, que ha puesto en marcha trece clases de ballet después de formarse con los profesores cubanos.
“Tengo una organización que enseña danza contemporánea, afro-fusión y danza africana, y no tenía relación con el ballet hasta que un amigo me habló de este proyecto”, cuenta Segoe, de 38 años.
Personas hasta ahora ajenas al ballet como Segoe son los pilares en los que se va levantando la compañía nacional que proyecta Badenhorst, que se asentará sobre una estructura de clases, exámenes y niveles con la escuela de élite de la que se nutrirá la compañía como vértice.
“Cuba ha formado y producido algunos de los mejores bailarines que trabajan por todo el mundo en las mejores compañías, y creo que es algo que podemos hacer también en Sudáfrica”, dice Badenhorst antes del final de la clase.
“Y creo que también que tenemos que empezar a reflejar a través del baile la vida y la experiencia sudafricanas, las de todos los sudafricanos”, remacha el exbailarín.
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