Pese a su discapacidad, Víctor pedalea por la ciudad para reparar bicicletas

Written by Redacción. Posted in Minuto a Minuto, Noticias Destacadas, Sociales

Published on abril 18, 2017 with No Comments

jose-luis-vargasNotimex. CDMX. Entre el ajetreo de los automóviles, camiones y el sonar de los cláxones, José Luis Vargas pedalea por la ciudad en busca de ciclistas en apuros.

Aún no ha salido el Sol y ya va en camino a la ciclovía de Reforma. Desde hace un año, cada día estaciona su bicicleta justo frente a la Glorieta de Cuauhtémoc; y a partir de las 7:30 horas, se dedica a “cazar” clientes.

En cualquier momento, a algún ciclista se le puede ponchar la llanta o le pueden fallar los frenos. Es entonces, cuando saca su caja de herramienta del huacal con el que equipó su bicicleta y comienza a trabajar: es bici mecánico móvil.

José Luis tiene 36 años, es débil visual de nacimiento, y su negocio es la única manera que tiene para subsistir económicamente.

En entrevista para Notimex, narra que su historia con la bicicleta comenzó cuando tenía 15 años. En las calles empinadas y declives de la colonia donde solía vivir cuando era niño, aprendió a equilibrar el manubrio y a dar sus primeros pedaleos con una bicicleta prestada. “Mi intención era aprender para andar por la ciudad”, comenta.

Desde entonces, José Luis disfruta de “rodar” por las transitadas calles y de descubrir lugares nuevos. Sin embargo, 21 años después, cada pedaleo no sólo lo acerca a descubrir un sitio desconocido, sino a encontrar posibles clientes.

Su idea de trabajar en dos ruedas “surgió en los paseos dominicales, en una asociación llamada Paseo a Ciegas, donde aprendí el mantenimiento de la bicicleta”, dice.

Siete años atrás, José Luis comenzó a ir a los paseos dominicales que se realizan en Reforma, ahí “vi la asociación y empecé a acercarme como beneficiario. Ahora también soy voluntario, ayudo a dar paseos o visitas a personas con discapacidad”.

Antes de dedicarse a la mecánica, vendía cigarrillos en el Centro Histórico. Sin embargo, decidió cambiar las concurridas aceras y las tradicionales melodías de los organilleros por la velocidad de la ciclovía y el tintineo de las campanas de las bicicletas que circulan por Reforma, pero también por cualquier parte de la ciudad, pues él pedalea hasta donde se encuentre el problema.

“Tomé la decisión de trabajar móvil porque así sería más fácil para que más gente me conociera en más lugares”, comenta. Si un cliente lo llama, se mueve hasta donde esté.

Diariamente, José Luis estima que puede llegar a recorrer hasta 50 kilómetros en los pequeños trayectos que realiza durante su jornada: hasta las 10:00 horas se encuentra en Reforma; después, se mueve por la zona de Polanco, la Roma, y a veces puede llegar hasta Metro Zapata. A las cinco de la tarde, y hasta las 20:00 horas, ya está de vuelta en su puesto de la ciclovía.

Hace cuatro meses le robaron la bicicleta con la cual emprendió su negocio en la calle San Pablo en el Centro Histórico. Quedarse sin vehículo lo obligó a suspender su negocio por aproximadamente un mes.

Tiempo después de que fue víctima del robo, lo anunció en redes sociales. Fue entonces cuando sus amigos comenzaron a ofrecerle refacciones y bicicletas prestadas para que pudiera continuar con sus labores.

Así, un amigo suyo le donó la bicicleta con la que actualmente trabaja. “Así empecé a levantarme otra vez”, cuenta.

A pesar de los peligros que representa moverse en bici en la ciudad, nunca ha sufrido un accidente más allá de alguna pequeña caída.

Sin embargo, algunas veces su propia bicicleta lo ha dejado parado. En estos casos no hay más que hacer, José Luis saca su herramienta y él mismo le arregla cualquier descompostura.

Actualmente, no tiene una tarifa fija por los servicios que ofrece, sino que cobra lo que el cliente cree que es justo. “Yo no me baso en los precios, porque luego cobro 50 pesos por parchar una llanta y les parece muy caro”.

Hasta ahora, José Luis no cuenta con algún apoyo de los que otorga el gobierno de la ciudad a las personas con alguna discapacidad. En su bicicleta, porta algunos letreros, en los que además de ofrecer sus servicios, hace saber que es débil visual.

Para él, no poder ver completamente no es una limitante; al contrario, dice, “es como si fuera una persona normal. Hasta más. Me guío por mi oído y por el ojo que tengo”.

“Rodar por la ciudad para conocer lugares nuevos y gente nueva es lo que más me gusta de este oficio. También poder platicar y aconsejar a algunos clientes”, finalizó.

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