Notimex.- La chiapacorceña no espera por nada ni por nadie. Ella no se sienta a esperar a que la primavera llegue, o a que el novio le regale flores. Sólo necesita un lienzo de tul negro, para comenzar a bordar rosas de mil colores que den vida a su famoso traje de chiapaneca.
Sabedora del tesoro que posee, su cuerpo cadencioso lleva con sensualidad y elegancia los capullos bordados que lo visten, ya sea durante la fiesta de enero de Chiapa de Corzo, o bien, en una boda o 15 años, cuando la invitación manda: “favor de traer el traje típico de nuestro pueblo”.
De raíces mestizas gracias a la mezcolanza entre la indumentaria española e indígena, el traje de chiapaneca, cuya creación nace en este municipio, fue adoptado desde 1941 como el traje regional representativo de Chiapas, esto según datos del libro “Nárima Nilú, Origen y evolución del traje de chiapaneca”.
Sentada a un costado de la ventana de su humilde casa, María Elena, la chiapacorceña que nunca ha portado un traje de chiapaneca pero que lleva más de 50 años bordándolo, aseguró con una pícara sonrisa “la magia de los vestuarios está en los bordados y en los vuelos”.
Y tiene toda la razón. Presenciar el momento cuando decenas de estas bellas mujeres, ataviadas con su traje típico, desfilan por las calles del pueblo, es ser testigo de un impactante vaivén de vaporosos vuelos y bordados de colores que enamoran a todo aquel que lo vislumbra.
Elaborada de algodón, la camisa, como se le conoce a la blusa del traje, ha sido la prenda más emblemática del vestuario ya que su diseño, que aporta un toque de sensualidad al usarse por debajo de los hombros, ha permanecido casi intacto desde su creación.
A pesar de que la vista de María Elena se ha desgastado al paso de los años por su oficio, el amor por lo que realiza la ha llevado a no dejar de crear el famoso contado, el contorno de algodón bordado con punto de cruz que decora el cuello de la camisa.
De acuerdo a información del libro antes citado, realizado por la escritora Marité Nandayapa Vargas y financiado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), desde el siglo pasado las bordadoras han encontrado en la belleza de su estado la inspiración para realizar el contado.
Por ello, la imponente naturaleza y las tradiciones de Chiapas han quedado inmortalizadas en él a través de flores, hojas, aves, águilas, chiapanecas y parachicos.
Sin dejar de bordar un contado matizado, llamado así debido a que utiliza distintos hilos de tonalidades fuertes sobre un bordado negro, María Elena destacó que para elaborar uno de ellos se tarda de uno a dos meses. Tal vez, por eso no es extraño que un traje completo se lleve hasta seis meses de elaboración.
“Es muy laborioso y le lleva a uno la vista porque tiene que contar las puntadas por cuadritos, por ejemplo, una flor pequeña tiene aproximadamente 100 puntadas”, dijo al tiempo que explicaba que por ello su costo de 800 pesos.
Por su parte, los vuelos, una franja de tul de 20 centímetros de ancho por dos metros de largo, ha sido el lienzo donde las chiapacorceñas bordan las hermosas flores de mil colores que engalanan su camisa y falda, mediante el bordado conocido como embollado.
Según relata el libro “Nárima Nilú”, al realizar los bordados más grandes de las flores y hojas, las artesanas comienzan a utilizar esta técnica que consiste en pasar la aguja con el hilo de seda o artiseda, por ocho o diez cuadritos del punto, por arriba y por abajo.
Dueña de una tienda ubicada a un costado del centro de Chiapa de Corzo, la bordadora y diseñadora Cecilia Mundo explicó que “se trabaja el embollado en seda, la seda es un material muy hermoso para trabajarlo y muy económico aunque si se lava se despinta por eso casi todo se trabaja con la técnica del petatillo con artiseda”.
Mientras la chiapacorceña camina alegremente por las calles coloniales de su pueblo, el viento hace de las suyas y sacude ligeramente su voluminosa falda de chiapaneca, un ir y venir de rosas de colores.
Originalmente, el diseño de la falda constaba de sólo un olán que estaba colocado en la parte baja de ésta. Para 1935 se le agregan dos o tres vuelos bordados. Hoy en día llevan hasta 16 vuelos de dos metros de longitud unidos uno tras otro hasta formar la enagua.
“El traje de chiapaneca empieza a lucirse en seda y era nada más un vuelo abajo y uno en la camisa, entonces poco a poco se fue estilizando hasta lograr lo que se ha hecho y luego ya fue como el que tenemos ahorita con más vuelos”, detalló Cecilia.
Por otra parte, de acuerdo a datos del libro “Nárima Nilú”, hasta 1947 los trajes de chiapaneca que hoy alcanzan un costo de 9 mil hasta 15 mil pesos, estaban elaborados sobre fondo blanco, no obstante, a partir de esta fecha y hasta nuestros días, el fondo negro ha sido el que más éxito ha tenido.
“El color va en gustos pero el tradicional no era negro, utilizaban blanco o colores muy llamativos como rosa mexicano, verde o naranja. Después ya empezamos con el negro tradicional que ahorita conocemos y ¿por qué negro? porque si se fijan resaltan mucho los colores.
“Hay historias que decían que esto se debe a que era como una competencia con los vestuarios del istmo pero ese es de agujas picadas y se trabaja en terciopelo”, resaltó la comerciante.
El traje típico de las flores de mil colores, no solamente es un símbolo para Chiapas, es una muestra del talento y la independencia de las bellas mujeres chipacorceñas “para nosotras nuestro vestuario es un orgullo y una emoción que no podría describir con palabras” mencionó una conmovida Cecilia.
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