EFE. Centenares de abuelos bolivianos han encontrado un nuevo horizonte y revitalizado sus ganas de aprender en una universidad para la tercera edad, como un remedio contra la soledad, ahora que están jubilados y sus hijos están lejos de casa.
La Universidad Municipal del Adulto Mayor en La Paz, que esta semana estrenó nueva sede, les ofrece aprender varios oficios con jóvenes profesionales voluntarios y es también un escenario para que mejoren sus relaciones personales y el cuidado de su salud.
“Me dijeron que estar en estado sedentario trae problemas musculares e intelectuales, entonces para no perder esto tuve la iniciativa de entrar a la universidad y es una cosa muy hermosa tener compañía”, afirmó Andrés Gonzáles de 70 años, durante una visita de Efe al centro educativo.
Las personas se forman durante tres años como gestores sociales y se especializan en turismo, salud o derecho para luego ayudar y enseñar lo aprendido a otros ancianos fuera de la universidad.
“Aprenden sobre sus derechos y áreas jurídicas para que puedan protegerse del robo de bienes, por ejemplo. También conocen sobre sistemas de salud y cómo alimentarse”, explicó a Efe la directora de Atención Social de la alcaldía de La Paz, Claudia Jinés.
Las clases son gratuitas y las imparten una veintena de jóvenes voluntarios de lunes a jueves en diferentes horarios en jornadas en las que no se trata de enseñar sino de intercambiar experiencias entre todos.
“A nuestros adultos mayores no necesariamente se les enseña algo nuevo porque ellos tienen la experiencia de tantos años, solo se les brinda metodologías para ordenar tanta sabiduría”, manifestó Jinés.
Para los que prefieren cursos cortos, esta casa de estudios ofrece doce talleres alternativos de yoga, canto, danzaterapia, computación, origami, carpintería y manualidades, entre otros.
“Aprendí en primer lugar a ser solidario, entender lo que es la empatía que no conocía y poder difundir a nuestra familia esto y que seamos útiles”, agregó Gonzáles, quien se especializa en derecho y va en su segundo año de formación.
Carmela Vargas de 65 años recién entró a la universidad queriendo cumplir ahora sí un sueño frustrado: estudiar derecho.
“Quiero especializarme en derecho porque siempre me ha gustado. He soñado, pero no pude porque mis papás murieron, pero ahora sí quiero hacerlo, esa es mi meta”, indicó al reivindicar que lo hace porque quiere ayudar a los que pueda con sus nuevos saberes.
“Le comenté a mi hijo de que quiero ir porque uno no debe terminar de aprender, nunca se termina, entonces me propuse que los años que me quedan aprenderé todo lo que pueda”, enfatizó Vargas.
Uno de los talleres más llamativos es el de computación, donde los adultos mayores se conectan por primera vez con esa tecnología y se entusiasman con el aprendizaje, que va desde encender un ordenador hasta gestionar un correo electrónico, usar WhatsAap y la red social Facebook para mantenerse conectados con sus familiares.
La universidad funciona desde 2014 y hasta ahora han salido tres promociones de decenas de adultos mayores con nuevos amigos, nuevas recetas e incluso se han celebrado dos bodas entre los asistentes.
Luego de terminar los tres años de formación las personas pasan a formar parte de las denominadas “brigadas de la dignidad”, que ahora integran unas 200 personas y tienen como misión visitar postas de salud, hospitales y asilos para transmitir sus conocimientos.
Todos los que conversaron con Efe en esta escuela de la tercera edad se sienten rejuvenecidos al pasar las diferentes clases no solo porque aprenden, sino porque se sienten valorados al poder aportar en proyectos concretos sociales sin importar su avanzada edad.
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