EFE.- El monte Saint-Michel, uno de los lugares más visitados de Francia, restaura estos días la abadía que, construida sobre el promontorio rocoso, le da esa silueta convertida en uno de los símbolos del país.
El silencio sepulcral y la calma del lugar se ven interrumpidos a primera hora de la mañana por el ruido de los secos martillazos de los trabajadores en el claustro de La Maravilla, que data de 1228 y que forma parte de un proyecto de renovación que terminará en noviembre y tendrá un coste de dos millones de euros.
El Centro de Monumentos Nacionales (CMN) busca a través de esta restauración “mejorar la conservación para satisfacer a los visitantes que llegan desde todas las esquinas del mundo”, según dijo a Efe el presidente de este organismo público del ministerio de cultura francés, Philippe Bélaval.
“El monte Saint-Michel es el monumento de nuestra red que tiene mayor visibilidad internacional”, indicó Bélayal bajo la cúpula de madera de una de las grandes salas de la abadía.
Además del monte Saint-Michel, el CMN se encarga de la restauración y mantenimiento de un centenar de monumentos distribuidos por toda Francia, como los parisinos Arco del Triunfo o la Sainte-Chapelle.
El presidente del organismo también destacó la necesidad de cuidar un edificio atacado por el paso del tiempo y la humedad del mar.
Escondida tras una bruma matinal, lo primero que pueden ver en días de mal tiempo los visitantes al llegar a la bahía Saint-Michel, en la región de Baja Normandía (noroeste de Francia), es una sombra con formas góticas que es, junto a la Torre Eiffel o la pirámide del Louvre, una de las siluetas más conocidas del país.
“A lo largo de la historia este monumento único en el mundo ha sido remodelado diferentes veces”, dijo a Efe el arquitecto jefe de monumentos históricos, François Jeanneau, quien recordó que “afortunadamente siempre se respetó la obra original”.
Con el suelo arenoso y unas vistas que dan a la bahía, los trabajadores pulen una a una las 137 columnas de piedra caliza marmolizada que empujan la bóveda de la sala de La Maravilla.
La sala, cuya pared del lado oeste cuenta con tres arcos que dan al mar y al vacío, recibe el nombre de “Maravilla” debido a que se encuentra suspendida a 80 metros de altura, entre el cielo y el agua.
La función de este claustro era puramente espiritual, ya que era donde los monjes de la abadía benedictina meditaban, leían o rezaban mientras paseaban por el jardín que había en ella.
“La técnica que utilizamos es la de la microabrasión”, explicó Jeanneau, quien también mostró su interés en restaurar después del claustro su jardín con el respectivo estanque, tratar las bóvedas, y limpiar las esculturas.
En 2016, el monte Saint-Michel acogió a 1.174.079 visitantes, cifra “bastante inferior a la de otros años”, informó a Efe el administrador de la abadía, Xavier Baily, quien hizo alusión a los efectos que los atentados yihadistas tuvieron en el sector turístico francés.
El gerente recordó que “este monumento reúne todas las condiciones para un atentado”, ya que forma parte del patrimonio universal de la Unesco desde 1979, es un símbolo de Francia, está frecuentado por turistas, y es un lugar de culto cristiano.
Es por eso por lo que a partir de las 19 horas de la tarde, cuando los visitantes se van de la isla, un convoy de vehículos militares abandona el lugar después de haber pasado todo el día velando por la seguridad del monumento.
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