Mejor con Salud.- El tratamiento de la hepatitis C crónica ha sufrido una notable evolución en los últimos años.
El tratamiento de la hepatitis C está cambiando rápidamente pero el acceso al mismo sigue siendo limitado. Únicamente el 20% (14 millones) de las personas que padecían esta enfermedad en 2015 estaban diagnosticadas. Otro dato importante es que por aquel entonces el tratamiento sólo se implantó en el 7,4% de los casos diagnosticados (1 millón de personas).
El virus de la hepatitis C (VHC) se identificó en 1989, es de tipo ARN y pertenece al género Hepacivirus de la familia Flaviviridae. Aunque se distinguen más de 6 genotipos y más de 80 subtipos, el más frecuente es el genotipo 1. Se estima que la infección por el virus de la hepatitis C afecta a 170-180 millones de personas en todo el mundo (2%). Su incidencia anual es de 4 millones de nuevos casos y causa alrededor de 500.000 muertes.
El principal rasgo de esta patología es la hepatitis. Con esta palabra se denomina a la inflamación del hígado, la cual puede ser debida a numerosas causas entre las que están:
Presencia de un virus hepatotropo (afinidad por el hígado) u otras infecciones.
Sustancias tóxicas (alcohol, drogas o fármacos). Este punto justifica la importancia de detoxificar nuestro organismo de vez en cuando, evitando el acúmulo de estas sustancias.
Enfermedades autoinmunes.
Las hepatitis víricas forman un conjunto de patologías infecciosas con gran relevancia clínica y pública. La principal causa de la inflamación hepática son los virus hepatotropos. Los más importantes son los de las hepatitis A, B, C, D y E.
La transmisión es casi siempre por vía parenteral, llegando a ser responsable del 90% de las hepatitis postransfusionales. Generalmente, la infección aguda por VHC es asintomática y pocas veces se asocia a una enfermedad mortal.
En el 80% de los casos la infección por VHC se cronifica y un 20-30% de los infectados desarrollarán cirrosis. El tratamiento debe ser individualizado, prestándose atención a algunas variables como:
Gravedad de la enfermedad hepática.
Riesgo potencial de efectos secundarios.
Probabilidad de respuesta.
Comorbilidad.
Todo paciente candidato al tratamiento será ratificado mediante una biopsia hepática para valorar la gravedad de la enfermedad. A día de hoy se está sustituyendo la biopsia por una elastografía, técnica menos invasiva.
Esta técnica se complementa con pruebas de carácter bioquímico:
Determinación de los anticuerpos anti VHC mediante ELISA.
PCR (reacción en cadena de la polimerasa) para la confirmación con la presencia de ARN sérico.
En caso de detectar hepatitis, el tratamiento específico de esta es la opción de manejo más adecuada pues no existe vacuna.
Primeros tratamientos de la hepatitis C
Inicialmente, el tratamiento de la hepatitis C se basaba en la administración de interferón alfa subcutáneo (o interferón pegilado para aumentar su vida biológica) y ribavirina oral. Este tratamiento podía durar un tiempo comprendido entre las 24 y las 72 semanas.
En el año 2011 se aprobó el uso de dos nuevos medicamentos: boceprevir y telaprevir. Ambos constituyeron la primera generación de inhibidores selectivos y reversibles de la proteasa NS3 (implicada en el procesamiento de proteínas virales).
Nació así la terapia triple pues los dos habían de combinarse con la ribavirina y el interferón.
Esta estrategia era útil para el tratamiento de la hepatitis C de tipo 1 tanto en pacientes ya tratados como no tratados (naïve). Se alcanzó una tasa de respuesta en torno al 70%. Además, este tratamiento permitía acortar la duración del mismo de 48 a 24 semanas.
No obstante, boceprevir y telaprevir presentaban dos inconvenientes:
Tenían un perfil toxicológico importante. Esto obligaba a suspender el tratamiento en un porcentaje de pacientes superior a los tratados sólo con interferón y ribavirina.
Presentaban un gran número de interacciones farmacológicas.
La evolución del tratamiento de la hepatitis C
Tras esta primera generación de inhibidores de la proteasa del VHC, en 2014 aparecieron nuevos agentes terapéuticos. Sus propiedades de eficacia y seguridad eran más satisfactorios, destacando el simeprevir, el daclatasvir y el sofosbuvir (inhibidores de la polimerasa viral). Se han logrado unas tasas de respuesta viral sostenida por encima del 80%.
Vistos esos resultados, el tratamiento de la hepatitis C pasó a consistir en la combinación a dosis fijas de estos fármacos. Algunos de ellos son la asociación de ledipasvir y sofosbuvir, ombitasvir y paritaprevir (más un inhibidor de la proteasa como es el ritonavir) y elbasvir y grazoprevir.
Con estos nuevos medicamentos se han logrado optimizar los resultados. Se ha reducido también la duración de los tratamientos (12 semanas) y la aparición de resistencias. La tolerancia también es mucho mejor que con las terapias antiguas.
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