Notimex. La obra aborda la vida y trabajo de quien fuera uno de los escasos impresores y mercaderes de libros en la Nueva España
Una reflexión histórica y visual en torno a la función que ejerció la imprenta en el Virreinato y al papel que representó el libro impreso en el contexto novohispano, es lo que se ofrece en el libro “La marca tipográfica de Diego Fernández de León”, presentado en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, de la UNAM.
Se trata de un trabajo de la historiadora Elizabeth Castro Regla, quien en más de 150 páginas, habla sobre el impresor de origen español, uno de los escasos expertos en ese arte y mercaderes de libros en la Nueva España y, al parecer, el único en Puebla que utilizó una marca tipográfica para destacar su producción editorial
“Dentro de los impresores que hubo en la Nueva España, éste se destacó por ser uno de los tres que durante el periodo virreinal tuvieron una marca tipográfica, que en la actualidad viene siendo el logotipo de las editoriales”, afirmó.
“En aquel contexto, tenía mucha trascendencia de la que hoy se puede pensar, pues quien tenía una marca tipográfica era aquél que tenía cierto estatus, un buen nivel de producción y calidad que podría incluir dentro de sus impresos, un distintivo como éste”, dijo Castro Regla.
Se trataba, detalló, de un grabado tallado en madera o metal que se colocaba en la portada de los libros; en aquel entonces, era un elemento visual importante, pues implicaba prestigio dentro del oficio de impresión y como elemento gráfico podía llegar a ser muy complejo simbólicamente.
De acuerdo con la también diseñadora y fotógrafa, lo que Fernández de León publicaba en su mayoría, eran sermones.
Destacó que del material impreso por Diego Fernández de León en un lapso cercano a tres décadas (1683-1710), hasta ahora solo se conoce en dos textos en los que se ha encontrado estampada su marca tipográfica, hecho que la convierte en un elemento gráfico sumamente excepcional.
“Sin embargo, lo que hace llamativa su marca, es que solo apareció en una gramática de dos ediciones de una sola obra; una gramática para la enseñanza del náhuatl, que fue escrita por un autor radicado en Puebla”, indicó.
Comentó que sus aportaciones radicaron en expandir la producción editorial, no solo a nivel local, sino que aún habiendo imprentas activas en la Ciudad de México, instituyó un taller activo en esa ciudad, y además tiene el mrito de ser el introductor de la imprenta en Oaxaca.
Recordó que la posibilidad de abrir otros talleres en el interior quedó en suspenso, porque Fernández de León falleció, pero agregó que fue el gestor de la imprenta, con fines expansionistas.
Editado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), el volumen se divide en cinco capítulos. En el primero de ellos, la autora ofrece los datos biográficos generales del impresor.
“Viene de Valladolid España, se casa con una poblana de alcurnia, se dedica a imprimir y a comerciar libros, pero es también un empresario activo, pues instala imprentas en Puebla, la Ciudad de México y, por vez primera, en Oaxaca”, comentó.
En el segundo apartado, Castro Regla analiza el ‘Arte de la lengua mexicana’, de Antonio Vázquez Gastelu.
Según la historiadora, éste es el título de la obra (y su autor) en la cual, por única ocasión, en las ediciones de 1689 y 1693, aparece incluida la marca tipográfica de Diego Fernández de León.
“Es una gramática para aprender náhuatl redactada para los sacerdotes poblanos de la época, para que pudieran evangelizar con mayor eficacia a los indígenas. La imprimió y patrocinó el propio Diego Fernández de León”, indicó.
La marca tipográfica de Diego Fernández de León es examinada específicamente en el tercer capítulo. En éste, la autora escudriña otras marcas con leones y aborda asuntos de iconología y representaciones simbólicas, a partir de los elementos incluidos en la marca de Fernández de León, Gabriel de León y “De forti dulcedo” que constituye el cuarto apartado.
Aquí, Gabriel de León es un editor librero madrileño que fue muy importante en el periodo de Diego Fernández de León; son homónimos por apellido, comerciaron entre sí y es muy probable que Diego Fernández de León quisiera emularlo.
“De forti dulcedo” según la autora, es el lema de la marca de Gabriel de León, que quiere decir “Del fuerte manó dulzura”.
Para concluir, la autora reflexiona en torno a la literatura simbólica como fuente de inspiración. En este capítulo asocia un ejemplo de emblemática que podría vincularse con la marca de Diego Fernández de León.
La emblemática era una ilustración, acompañada con un texto explicativo de la figura, y que tenía un fin moral, y fue un género literario que estuvo muy de moda en la época de Diego Fernández de León.
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